Beatriz Benéitez Burgada. SantanderHay cosas que se disfrutan mucho más al natural que enlatadas. Una de ellas es la música. Me vino a la cabeza esto el otro día, cuando escuché que el fado, genero musical portugués surgido en el siglo XIX en los barrios humildes de Lisboa, ha sido nombrado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Me alegré y pensé que esta es una de las cosas que gana infinitamente en vivo y, si puede ser, en su lugar de origen. Escuchar un disco de Amalia Rodrigues está bien; ir a un concierto de Dulce Pontes o Mariza en cualquier ciudad española, muchísimo mejor. Pero no tiene comparación con ir a Lisboa, dar un paseo por el mágico barrio de Alfama, cenar en La Casa de Mae un bacallao con viño verde y tomar una copa el Clube de Fado. Apoyado en la pared de la Catedral de Lisboa, en pleno corazón de Alfama está el local -también restaurante- de Mario Pacheco, un grande de la guitarra, que ha acompañado en giras por todo el mundo a los principales cantantes portugueses, y premio Amalia Rodrigues al mejor compositor de fado. En el Clube de Fado podréis escuchar buena música portuguesa y percibir ese sentimiento inclasificable al que llaman saudade. Hay muchos locales en Lisboa donde escuchar fado claro, sobre todo en Alfama y el Bairro Alto. Pero si buscáis uno alejado de autobuses de turistas, y en el que los cantantes no recuerden a María Jesús y su acordeón tratando de animar a los guiris con las canciones más famosas; si queréis disfrutar de lo auténtico, os recomiendo esa cueva, un lugar en el que cuando se apagan las luces y suenan las primeras notas de la guitarra, se hace el silencio más absoluto; un lugar para los amantes de lo auténtico. En cualquier caso, ya en la capital portuguesa hay otros lugares que merece la pena conocer. El Castillo de San Jorge ofrece unas impresionantes vistas de la ciudad y se puede llegar hasta él en uno de los antiguos travías que parten de la Plaza de Figueiras. La Baixa y sus calles con sabor a tiempos pasados y sus grandes plazas - de los Restauradores, de Rossio, de Figueira y del Comercio, adenás del elevador de Santa Justa; El elegante y Bohemio Chiado, repleto de cafés, restaurantes, pequeños teatros y cuidados comercios; el Barrio Alto, la zona más älternativa¨de la ciudad, que se llena de vida cada noche (no os vayais sin probar los buñuelos de bacallao en Casa Brutus). Con un poco más de tiempo es obligado visitar Belem, con su Torre, sus Jerónimos, su Museo de Carruajes y sus famosos pasteis de Belem-pastelitos horneados-.Si la visita se alarga, merece la pena conocer el precioso pueblo de Sintra (a una hora en tren) o Cascais. Otra opción es llegar en metro hasta el Parque de las Naciones, construído para la Expo 98. Allí están el Oceanario -uno de los más grandes de Europa- la Torre Vasco de Gama y el puente del mismo nombre -18 kilómetros-, los Jardines del Agua y las preciosas vistas que pueden verse desde el teleférico que recorre el Parque. Estuve en Lisboa y su Clube de Fado hace un par de años, no fue la primera vez y tampoco será la última. De cualquier forma, muchas felicidades al fado. Os dejo uno de mis favoritos, Saudades do Brasil em Portugal, de Katia Guerreiro.