Scandal: carcajadas y vergüenzas

Publicado el 31 agosto 2013 por Dro @Drolope

Acabo de terminar la primera temporada de Scandal y he venido aquí, a desahogarme y, sobre todo, a dejar pasar las horas, dos, que quedan para que se me descargue la segunda tanda de capítulos de esta serie. Porque no sé qué hacer con mi vida en ese tiempo. Porque no hay nada que me parezca mejor que caer de nuevo en las redes de Olivia Pope y Asociados y de toda la trama, lío, tejemanejes y berenjenales varios en los que andan metidos. Porque quiero más presidente Grant y más Cy y más Livvie y más líneas de guión imposibles y más argumentos descacharrantes y sin sentido. Y más escenas de esas de sonrojo, de esas de carcajada por inverosímiles y pasadas de rosca. 
Porque esto, todo eso, es Scandal. La serie pasada de rosca. El más allá. El quién da más.
Shonda, Shonda Rhimes es, claro, quien da más. Una gurú, Shonda. Cómo nos conoce. Cómo nos tiene calados, la tía. Cómo sabe lo que nos provoca hilaridad, vergüenza ajena y adicción de la buena. Qué mano tiene para los guilty pleasures. 
El formato de Scandal, sus mimbres, su esencia, no es nada nuevo. Todos recordamos el capítulo de Friends en el que Joey descubre que Rachel lee literatura "femenina". La hija del reverendo, el fornido granjero. Etcétera. Por no hablar de la madre de Chandler, claro. Me remito a una de las series de cabecera de todos pero podría hablar de otros muchos ejemplos que demuestran que ese tipo de historias han existido y existen y que forman parte de nuestra cultura, entiéndase por cultura lo que se quiera entender. 
Son historias complicadas pero, al mismo tiempo, sencillas que juegan con los impulsos e instintos básicos del ser humano. Tensión sexual, poder, dinero, romances imposibles y mucho sufrir. Todo a tope, todo elevado a la máxima potencia. Hasta límites que un corazón normal no soportaría.
Nada de jugar con la inteligencia del espectador. No, concretemos, en Scandal la inteligencia te la tienes que dejar en la puerta, que a la sede de Olivia Pope y Asociados no se viene a pensar. Se viene a admirar el imponente vestuario que me lucen todos, a flipar con conversaciones totalmente fuera de lugar y a morirte de la vergüenza en determinadas secuencias. 
Concretemos más, ¿de qué va la serie? (SPOILERS)
Olivia Pope y Asociados es una empresa radicada en Washington D.C. que se encarga de desfacer entuertos que diría Don Quijote, y que el dios de las series me perdone por comparar al hidalgo manchego con semejante serie. Pero es que, en realidad, no se me ocurre mejor comparación. Olivia desface entuertos, es decir, arregla problemas, problemillas y problemazos de los ricos de Washignton y alrededores. Acompañada, como el nombre de su empresa indica, por sus asociados, que se autodenominan, con sonrojante orgullo, "gladiadores en traje". We are gladiators in a suit, te repiten sin cesar en el primer capítulo, sin que la tierra se abra y se los trague y sin que tú puedas hacer nada más que soltar carcajadas locas. 

Los gladiadores

Esto va, para entendernos, de "cómo molamos todos, qué guapos somos, qué tipos tenemos y qué buenos somos en nuestro trabajo, gracias, por supuesto, a que tenemos a Olivia de jefa, porque Olivia es la mejor, porque Olivia lo arregla todo y porque todos veneramos a Olivia". 
Olivia no tiene abuela, que se dice en mi tierra. O sea, que se sabe, se considera y se vende como la mejor en lo suyo que es, básicamente, ser la que limpia los trapos sucios de sus clientes. Y Olivia se pasea arriba y abajo con sus fantásticos trajes de alta costura, sus labios y sus muecas raras y sus líneas de guión imposibles que recita sin pestañear poniendo cara de "no te metas conmigo que puedo ser muy malísima persona". 

Olivia molando 1000

Bueno, en realidad, intenta poner esa cara, porque a Kerry Washington, que es la actriz que da cuerpo, labios y cara a Olivia Pope no le termina de salir lo de actuar, así en general. La chica lo intenta, pero, pese a esa nominación al Emmy que le ha caído no se sabe de dónde, no le sale. Y ahora voy y me acuerdo de Tatiana Maslany, de Orphan Black y la que pone cara de malísima persona soy yo. Increíble injusticia. 
En fin, dejando esto a un lado y continuando con el argumento de la serie, hay que añadir que a todos los jaleos que los clientes le presentan a Olivia se le suma su relación con el presidente de los Estados Unidos de América. Porque Olivia, y ahí está la chicha principal de la historia, formó parte del equipo que logró que Fitzgerald Grant -Tony Goldwin, aka el malo de Ghost-, se convirtiera en presidente de los USA. El problemilla es que es nuestro presi Fitz es un bendito, un pardillo, un blandiblú y un sin sangre que anda enamoriscado perdido de Olivia (claro) y lo único que sabe hacer es poner caras de cordero degollado cuando la ve y llorar y sufrir mucho porque no se puede divorciar de su santa esposa -que va de fina y decente pero es una bicha, hacedme caso-. 

Así se pasan toda la serie...

Además, para rematar la historia, el presi Fitz tiene que soportar a una vicepresidenta ultraconservadora (Darwin? Who?) que quiere quitarle el puesto a la que cometa un descuido, esto es, a la que se le note (más) que su mujer, la First Lady, lleva unos cuernos como el cañón de Colorado de largos. Encantador todo, no me digáis que no. 
Y aquí tenemos a Olivia y al presi Fitz sufriendo a raudales porque no pueden quererse, con una tensión sexual (casi) nunca resuelta que los trae locos y amargados, mucho más cuando la sombra de un nuevo caso Lewinsky se cierne sobre ellos. Porque el presi mucho sufrir, pero cuando Olivia se va de su lado -por no seguir dando que hablar, que hasta en la Casa Blanca hay viejas del visillo-, se consuela con una rubia que pasaba por allí. Pero todo porque quiere mucho a Olivia, conste. No vayáis a pensar mal del muchacho. 

Qué de sufrir

Si os parece fuerte todo esto, añadidle algunos asesinatos, torturas, un dictador sudamericano muy sanguinario pero que también cede ante los discursos cargados de obviedades y demagogia de Olivia, un avión estrellado que no se sabe de dónde sale ni a qué viene y, sobre todo, mucha música moderna y divertida cuando los gladiadores en traje de Olivia comenten flagrantes delitos sin despeinarse ni perder el estilo. 
En fin, si leéis todo esto y aún os animáis a verla, hacedlo bajo vuestra responsabilidad. Que sepáis que os esperan unos cuantos días de adicción total, de carcajadas histéricas y de mucha vergüenza ajena. 
PS: Como todo no puede ser malo, voy a destacar algunas cosas positivas de la serie. Por ejemplo, que es la primera serie en 40 años con una protagonista femenina negra. O que, disimulada tras las insensateces varias que jalonan el guión, se observa una velada crítica a la pazguata y puritana política americana, tan pendiente siempre de la vida sexual de todo el mundo. Incluso también salvo el trabajo de algunos actores. Lástima que no sean los principales. 

Ya os digo, todo el rato igual...