La cosa es la siguiente, hace un tiempo que llevo trabajando con metodología Scrum Agile (lo de agile, es decir, ágil, es cuestionable), pero tras ese nombre críptico no hay nada realmente complicado. Simplemente es una forma de desarrollar software a toda pastilla, que se resumiría en poquitos puntos:
- un grupo reducido de gente (los que puedan alimentarse de una pizza familiar),
- que se llevan muy bien (con el estrés que trabajamos, si no es así nos hinchamos a tortazos en cuatro días)
- que hacen cosas muy concretas, muy bien explicadas, que no cambian durante el sprint (en este momento buena parte de los que han trabajado en Scrum se están descojonando de la risa)
- que todo lo hacen en sprints de unas pocas semanas 2 o 3. (todo es todo, entender lo que te piden, implementarlo, probarlo. Es simple todo tiene que estar perfecto y que le guste al cliente, alguno ahora ha dejado de reírse y se ha puesto a llorar)
Vale, más o menos ya se hace uno a la idea de los ritmos del Scrum, bien, pues en mi caso los sprints (por cosas del cliente) son de cuatro semanas, 28 días, una luna, llámalo como quieras, pero es más o menos lo que viene siendo un ciclo menstrual. Y esto me ha ayudado a conocer mi lado femenino y empatizar con el carácter cambiante de las mujeres.
Me explico, la primera semana del sprint es buena, la vida es bella, las historias de usuario (lo que hay que hacer) huelen a nubes, el Product Owner (el que manda) te parece adorable y sabes que todo se va a entregar a tiempo y perfecto. La segunda semana del sprint no suele ser mala, a veces uno tiene algún día raro, como bloqueado, pero nada importante, la vida sigue, casi todas las historias de usuario te parece que están bien explicadas y el Product Owner casi no lo ves porque está entretenido en aclarar historias de usuario con el Scrum Master. En la tercera semana empiezas a encontrarte regular, de repente, tu humor se comienza a agriar pensando en que la semana siguiente tienes un montón de reuniones para preparar el siguiente sprint y sobre todo tienes algo horrible: la demo. Esa reunión en la que tienes que enseñar lo que has hecho, demostrar que funciona, demostrar que hace lo que dice la historia de usuario (y lo que no dice) y responder a las preguntar que te hace un montón de gente que no conoces (y que suelen estar en otro país) y cuyo única misión en la vida (aparentemente) es hundirte en la miseria. Con esa perspectiva ya las historias de usuario te parecen que están igual de claras que un colacao espesito y el Product Owner es ese ser diabólico que no hace más que entretenerte con reuniones, lo más fino que sale de tu boca cuando te preguntan que qué tal vas es “como el culo”. Pero no acaba ahí, queda la cuarta y última semana del sprint, tu cuerpo no da para más, estás agotado, nervioso, no sabes si reír o llorar, sólo te apetece comer chocolate, tu estado de ánimo es el de alguien que está en una montaña rusa con diarrea y una cámara delante obligándote a sonreír. Vas a toda pastilla rematando cosas, sin tiempo, histérico, saltando de reunión en reunión en las que te hacen cambiar en el último segundo cosas que ya funcionaban y por supuesto dejan de funcionar, tratando de encontrar otro loco que te pueda ayudar, los errores se acumulan, la impotencia te devora, las historias de usuario son una auténtica mierda, estás convencido de que deberías haber estudiado historia o jardinería, cualquier cosa menos una ingeniería mal pagada, odias al product owner, al scrum master y a la gente que pasa por la calle. Te duele la cabeza, la espalda, el estómago es una víscera que deseas que te estirpen, pero sigues arrastrándote por el sprint, vas a la demo agobiado haces lo que puedes, con la sensación de que estás desnudo y que te están manoseando, acabas la retrospective (una reunión sado-masoquista al final del sprint en la que te flagelas contando lo que ha salido mal y qué hay que hacer para que salga bien), y fin. Acabas dándote un baño, o lo que más te relaja, tomando una copa, cerrando los ojos y deseando una diarrea perpetua a los que te digan que qué bueno eso de ser ingeniero y trabajar así.
Salvando las distancias, es como tener la regla. Eso sí con la ventaja de que sé que esto no va a durar siempre, porque con otro año más así seguramente casque de un infarto.