Ha muerto el Doctor Zhivago. Bueno, ustedes me entenderán que quien ha muerto es el legendario Omar Sharif, porque Zhivago es eterno, pero resulta llamativo que la forma de dejar este mundo, por común que sea un ataque al corazón, resulte la misma que la de su recordado personaje protagonista. A estas alturas se puede decir que el delito de contar un final "ha prescrito", porque quien no haya visto Doctor Zhivago debería ocultarlo en vez de quejarse por saber más de lo debido antes de su visionado…
Su mencionado porte era una ventaja a la hora de recibir papeles de personaje histórico, que abundan en su filmografía, y así las cosas interpretó además a ese príncipe Alí de Lawrence de Arabia (1962) y a Zhivago (1965), que le reportaron numerosos reconocimientos y galardones, Genghis Khan, al zar Nicolás II, o al Che Guevara entre otros. Fue la década de los sesenta la época gloriosa para este egipcio con ascendencia libanesa, y los posteriores trabajos trajeron altibajos que alternaban papeles sin pena ni gloria con intervenciones en películas de renombre como Funny Girl (1968), El oro de MacKenna (1969). Posteriormente siguió trabajando sin parar y sin las cotas de éxito de antaño. En 1999 apareció en El guerrero número 13 junto a un Antonio Banderas en la cresta de la ola y en 2003 protagonizó El señor Ibrahim y las flores del Corán, exquisito proyecto y gran trabajo actoral en lo individual que le valió el Cesar francés y la atención de nuevas generaciones de espectadores.
Lo injusto que tiene la vida nos sitúa en el tramo final, en el momento en el que deberíamos contar con mayor dignidad, dolorosamente deteriorados, con deterioro cognoscitivo como en este caso o el del también recientemente fallecido Robin Williams y con heridas invisibles y arrugas que disfrazan la grandeza de lo vivido. La circunstancial llegada a la meta de un señor mayor con la mente confusa, sin apetito y un corazón cansado no puede desviar la atención de que ha muerto Michel Demitri Chalhoub, Omar Sharif, un gigante de la interpretación y una persona intensa y apasionada de historia digna de recordar. Las estrellas, tarde o temprano deben dejar de brillar, pero como siempre decimos, la ventaja del cine es que podemos conservar algunos de esos destellos en forma de disco en un armario de nuestro salón. Descanse en paz, señor Ibrahim, príncipe Alí, doctor Zhivago…