Se busca una mujer

Publicado el 09 marzo 2016 por Rubencastillo

Es la primera vez que aparece por mi blog el escandaloso, procaz y borracho Charles Bukowski, y seguramente no será la última. Tras leer su colección de relatos Se busca una mujer llego a dos conclusiones nítidas: la primera, que no me llaman de manera especial sus temáticas (el exceso de alcohol, el sexo sórdido, la marginalidad social que roza la misantropía y ese tipo de asuntos); la segunda, que es un narrador directo y eficaz, que no me desagrada. Si me dejara llevar por el primer apartado, desde luego, no abriría ningún otro de sus libros; pero si me centro en el segundo me parece más que razonable concederle más ratos de lectura, porque es de justicia.En el tropel de historias que se agavillan en este volumen burbujea la cerveza, roncan las prostitutas que se quedan dormidas después de ejercer su oficio, proliferan los trabajos inestables y mal pagados, menudean los caseros que exigen de malas formas sus alquileres, gritan con mal humor los vecinos que no pueden dormir por los cánticos de los borrachos y miran con ojeras las mujeres solitarias que, en medio de la noche y en la barra de un bar, invitan o son invitadas a tragos penúltimos.El hilo conductor es Henry Chinaski, trasunto del propio Bukowski, que nos lanza sus historias llenas de sordidez, desesperación y brújulas rotas, donde no hay moralinas y donde la inmediatez y el presente dominan sobre cualquier otro sentimiento: chicos que acuden a clubs de burlesque (“Bop bop bop contra la cortina”), boxeadores que no son capaces de retener a la mujer que los acompaña (“Tú y tu cerveza y lo grande que eres”), tipos que se enamoran de maniquíes y que los compran para llevárselos a su casa (“Amor por 17’50 dólares”), mujeres ninfómanas que buscan a sementales disparatados para vivir con ellos (“Maja Thurup”), ensoñaciones donde Chinaski boxea con Hemingway y le derrota (“Clase”), perdedores que fían su esperanza a las apuestas en los hipódromos (“Pittsburgh Phil y compañía”), borrachos irredentos con problemas de hemorroides (“Todos los ojos del culo de este mundo y el mío”)... Y, en medio de estas secuencias brutalmente descarnadas, algunas opiniones de Bukowski sobre el ser humano (“Me interesan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad”) o sobre la masa (“El público es afortunado. Todo les gusta: helados, conciertos de rock, cantar, bambolearse, el amor, el odio, la masturbación, los perros calientes, bailes típicos, Jesucristo, el patinaje, el espiritualismo, capitalismo, comunismo, circuncisión, tebeos, Bob Hope, esquiar, pescar matar jugar a los bolos hacer debates, cualquier cosa. No esperan mucho y no consiguen mucho. Son una gran pandilla”).