Una gentuza separatista -insisto-, dirigida por la no menos gentuza de las CUP y sus socios de ERC y apoyada por la franquicia de Podemos -con Colau, marioneta de PabLenin, a la cabeza - y los restos de IU -Verdes en Cataluña-. Completan el “equipo” el descafeinado PSC y su ”no, pero sí, o tal vez” -filial del Partido casi Siempre Opuesto a España, que dejó de ser Español- y una derecha nacionalista -la otrora ‘burguesía catalana’, la antigua CiU y ahora PDCat (Partido de Corrupt@s, podrían ser esas siglas, porque demócratas demuestran serlo poco), tras los escándalos de corrupción de sus principales líderes (Puyol y Mas)- sometida a los anteriores para mantenerse en el poder, en esa agrupación asamblearia Junts p’el Sí, es decir, todos revueltos contra el sistema y a tapar la corrupción.
No voy a entrar en lo acontecido -mucho se ha escrito y dicho ya- sino en lo que llevo muchos años diciendo y algunos menos, bastantes ya desde 2008, escribiendo -en redes sociales y en algunos medios-. La nueva “crónica de una muerte anunciada” es la “cosecha” lógica de lo que se ha sembrado y cultivado, que va camino de convertirse en epidemia en nuestra querida España y de su desintegración histórica si, de una vez por todas, no actúan los supuestos representantes de una sociedad cada día más harta de la poca altura como hombres de Estado demostrada por sus políticos. Mejor ir a la raíz del problema, si se quiere atajar de verdad.
Como vengo diciendo, -con los matices que se quieran y las diferencias entre unos y otros responsables en función de las circunstancias y contextos de cada momento-, para mí, el origen de todo está en “el café para todos” de Adolfo Suárez y su entonces ministro Manuel Clavero, que fue la semilla “territorial” que se sembró. Cierto que se venía del “autoritarismo” y que se buscaba la reconciliación -ya existente en la realidad social de entonces, salvo por parte de “cuatro” dirigentes que la esgrimieron para que se “olvidaran” sus despropósitos, esos sí, históricos- entre vencedores y vencidos de la muy lamentable Guerra Civil, que estalló -no lo debemos olvidar- por hechos, no muy distantes, algunos, de los que ahora se viven en Cataluña y se intuyen cada vez en más regiones de España, protagonizados por los mismos -partidos o ideologías- que ahora agitan a las masas adoctrinadas. Con ese argumento más los de “olvidar” el pasado y descentralizar, se “cerró en falso” un texto de “consenso” que se quedó abierto y a la libre interpretación de cada parte. Como resume magníficamente un artículo de Hispania Nova -seudónimo del Aula Política del Instituto para la Democracia de la U. San Pablo CEU- publicado en ABC -30.07.2014: “Con la Constitución llegamos a una vía intermedia entre centralismo e independentistas y, a partir de ahí, cada logro se convirtió en el suelo desde el que se hizo la siguiente reivindicación, que se solucionó con la apertura de nuevas terceras vías… que siempre se presentan como solución de paz a través de la concordia y el diálogo”. Satisfacer a esas supuestas “regiones históricas” -de más que dudosa legitimidad- degeneró por esa vía en la situación actual en la que casi todas reivindican sus derechos de identidad y autonomía.
Después, tras el fallido golpe de Estado de 1981, que no rompía España sino que pretendía poner orden mediante un gobierno de coalición a una situación que agonizaba, llegó al poder Felipe González -al frente de lo más parecido a un P.S.O. Español, hasta que se corrompió del todo- que aprovechó dos amplias mayorías absolutas seguidas de 1982 y 1986 -en las adelantadas de 1989 le faltó un escaño (175)- para abonar bien la semilla, cambiando o aprobando leyes -tema que desarrollaré en un próximo artículo-, “enterrando” a Montesquieu y a la separación de poderes, hasta el punto que su número dos -hasta que dejó de serlo-, Alfonso Guerra, acuñó su conocida frase: “Cuando salgamos del Gobierno no va a conocer España ni la madre que la parió”. No lo consiguió del todo, pero ya vendría otro de su partido para rematarlo.
Tras una fuerte crisis económica y salpicado por no pocos casos de corrupción, saltó por los aires la etapa socialista y dio paso en 1996 al “remozado” Partido Popular de José Mª Aznar, que con su mayoría insuficiente -como su antecesor en las dos anteriores legislaturas- tuvo que recurrir a los nacionalistas en busca de “estabilidad” firmando los Pactos del Majestic con la CiU de Puyol y dijo aquello de: “hablo catalán en la intimidad”, que le perseguirá siempre. “Decapitó” a Vidal-Quadras y dio un buen paquete de competencias al “molt miserable”, Educación incluida, base del adoctrinamiento de las juventudes catalanas -ya había advertido Tarradellas” sobre el proyecto del personaje-. Un artículo de la Voz de Barcelona recoge la “generosidad” de Aznar que, tras superar la crisis heredada y obtener una holgada mayoría absoluta, no entró en los verdaderos problemas que un hombre de Estado hubiera previsto, educación y nacionalismo, sobre todo, sino que se recreó en su suerte, mejoró la imagen internacional, que estuvo muy bien, pero dejó el resto para la legislatura de 2004, que el golpe de Estado -que no fue otra cosa el 11-M- frustró.
Tras ese dramático hito y a costa de 192 muertos, llegó a presidente el más indigno personaje que imaginarse pueda un país desarrollado -a falta de Justicia, la Historia lo pondrá en su sitio-, que terminó de completar la podredumbre de aquella “semilla”, ya arbolito, abonándola desde su promesa previa: “Pascual, aprobaremos en Madrid lo que venga aprobado del parlamento catalán” y a base de leyes, fruto de su resentimiento impostado y sectarismo de cuna, y de mentiras, en un caldo de cultivo muy proclive al engaño, dejó España sumida en una triple crisis económica, social y, sobre todo, moral, que acabó de “retorcer” el árbol.
Remata el repóquer de “ases” Mariano Rajoy que, en lugar de explicar -hasta dónde pudiese- la situación encontrada; reducir gastos; intervenir autonomías en quiebra, empezando por dos de las suyas -Valencia y Murcia-, para hacer lo propio después con Cataluña y Andalucía, evitando así que lo acusaran de actuar contra los contrarios, subió desmedidamente impuestos -directos e indirectos, más incluso de lo que pedía IU-; no abordó seriamente el problema educativo, cuya única solución, cualquier persona sensata sabía que pasaba por recuperar la competencia por el Estado y “afrontó” el problema catalán con su genial “dialogo sin fecha de caducidad” que, tras el órdago del 9-N de 2014, sin respuesta eficaz, ya hemos visto a lo que ha llegado este 1-O. Salvó el tipo sobre la campana tras dos elecciones generales en seis meses y un año de inestabilidad política que amenazó la incipiente recuperación económica -más por miedo a la alternativa de esa izquierda recuperada por la crisis desde la nueva “semilla” del 15M de 2011, que por méritos propios- y no valoró los seis o siete avisos que diferentes citas electorales le fueron dando. Ahora, con su “política” de no aplicar las leyes hasta la comisión del delito, con la sana intención -supongo- de “cargarse de razones para tener razón”, me permito recordarle algo que, si nuestro Presidente hubiera trabajado alguna vez en la empresa privada, con algo de responsabilidad, habría aprendido pronto: “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Santa Teresa murió buscando la perfección sin conseguirla, aunque fue canonizada, algo que don Mariano y un servidor, no conseguiremos. La diferencia es que yo lo tengo claro y él parece que no tanto.
En definitiva y con los matices que se quiera -insisto-, NO SE SALVA NINGUNO de los cinco que nos presidieron e, indirectamente, tampoco ninguno de nosotros -aunque aisladamente, poco podamos hacer- por haber seguido votando a uno u otro partido, cómplices del desenlace.
Veremos si, finalmente, el 1-O se torna en el 6-0 (cero) -ahora parece que puede ser el 9-0- a favor de España, que desde el primer conato debió ser el resultado del desafío al Estado de Derecho.
Y esperemos que no se cumpla la frase bíblica “sin efusión de sangre no hay redención” (Hb, 9-22), que parece que es lo que buscan algunos enemigos de España. Ojalá, la intervención de ayer de Felipe VI, sea el botón rojo de activación que la situación exige desde hace años.
Del ventajismo que algunos pretenden sacar de esta situación escribiré otro día, tal vez muy pronto.