Lo que para arriba es excéntrico para abajo es ridiculez”. IKV siempre me llevó a esa frase de ¿Por qué no puedo ser del Jet-Set? de Soda Stereo. Porque en definitiva, y perteneciendo tanto por linaje como por decisión propia a un tipo de Jet-Set, la revolución de IKV fue achicar a puro palo de groove, desprejuicio y pomposos ornamentos orquestales esa distancia entre arriba y abajo. Todos estaban invitados a la fiesta. Parados en la cima de un montaña de espuma y body-lotions se robaron como deben ser robadas las cosas que hacen al funk ser tan funk y las embarraron un poco con un imaginario muy propio en los baches de una ciudad y una década que empezaba a caer como todo fin de fiesta. Una claridad estética que de alguna manera los emparentó con Babasónicos aunque no haya habido una amistad demasiado explícita entre las dos bandas.
IKV siempre hizo música majestuosa e interminable con cosas que nadie hizo, y tal vez también se quedó con tu chica (como dijeron por ahí). Será por eso que despertó el resentimiento del rocanrol medio argentino. Sea como sea, volvieron, y acá va lo que se dijo, se vió y sonó en las redes del regreso de este par de muthafuckas.
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