Una situación parecida a la que acabo de narrar la viví yo mismo la tarde del 27 de noviembre de 2015 en el estuario del Miño. Me encontraba grabando a una pareja de espátulas que descansaba en la zona conocida como Forno do Duque. De pronto, tres figuras negras irrumpieron en escena. Eran cornejas comunes. Una de ellas, la más envalentonada, se acercó sigilosamente por la espalda a una de las espátulas, que ajena a lo que estaba a punto de suceder, dormitaba tranquilamente.
La corneja acortó distancias hasta situarse a pocos centímetros de su objetivo. Ahora la tenía al alcance de su pico, pero parecía dudar y tanteaba a su víctima sin demasiada convicción. Su cautela estaba perfectamente justificada. El picotazo de la zancuda podría causarle mucho daño. Tras unos segundos en los que parecía reflexionar, por fin se decidió a atacar. Quien sabe con qué intención, el córvido intentó picar sin éxito las plumas caudales de la pobre espátula.
Se retiró de nuevo, pero no tardó en volver a la carga, esta vez con paso firme. Sin mediar palabra mordió la cola de la espátula, que reaccionó enfurecida abriendo desmesuradamente su enorme pico. Entretanto, la corneja se alejó como si nada hubiera pasado...
Esta escena se repitió en varias ocasiones. Actuando como si de una pandilla de adolescentes gamberros se tratara, las cornejas acosaron sin piedad a los pacientes cullereiros.
Los córvidos se cuentan entre los animales más inteligentes del planeta. Su extraordinaria capacidad de adaptación a los cambios, su indiscutible arrojo y sus hábitos estrictamente gregarios los convierten en una de las familias de aves más exitosas. Su carácter lúdico y juguetón constituye otra prueba más de lo que acabamos de decir... ¿Cómo explicar si no las siguientes imágenes?