SE – DUCERE (Marzo 2009)

Por Srigangamata @SRIGANGAMATA

Hace un tiempo reflexionábamos sobre la tentación de influir sobre las personas (Ver: 9-“CÓMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS” (Agosto 2008)) hoy vamos a ir un poco más lejos, vamos a hablar de Seducción.
Pero no del encantador juego entre dos que se atraen conscientes y consensualmente, sino de la Seducción como sobre-adaptación, máscara y muchas veces como arma.

Seducción proviene del latín seducere guiar aparte, desviar hacia sí.
El término mismo plantea un conflicto de intereses: los del conductor y el conducido.

Vivimos en un ambiente de seducciones sobreestimuladas, la publicidad, el marketing, incluso la política nos encierran en un mundo de promesas incumplidas llenándonos de una insatisfacción y frustración que nos deja altamente vulnerables a nuevas seducciones.

Así, cada vez más la seducción ha pasado de ser un complemento del juego erótico (para conseguir algo en este plano era necesario “conducir” al objeto del deseo lejos de las miradas sociales para proporcionar tanto intimidad como discreción), a una técnica de supervivencia; todo lo que se relaciona con la supervivencia es una necesidad y todas las necesidades (bajo las circunstancias apropiadas) son susceptibles de convertirse en adición.

En esta época d afectos y emociones edulcoradas, la falta de profundidad y/o visceralidad en nuestras relaciones humanas nos generan dosis insostenibles de frustración.

Queremos ser apreciados,
Queremos ser valorados,
Queremos ser tocados,
QUEREMOS SER AMADOS.

Entre tanto el entorno nos dice que si no tenemos el aspecto correcto, el éxito correcto, el nivel económico correcto, el ámbito social correcto, el acervo cultural correcto y los accesorios correctos (que eclécticamente van desde un reloj hasta un/a amante pasando por un auto, una ubicación geográfica, una determinada vida sexual, y/o un matrimonio) no valemos lo suficiente para recibir ese amor que tanto ansiamos y que por lo tanto depositarlo en nosotros es un desperdicio de recursos.
Esto se repite tanto y en tantos niveles que termina convirtiéndose en una verdad incluso para nosotros mismos.

La solución?!
La cortina de Humo, la Máscara de Casanova.

Hacemos de cada uno de nuestros actos sociales, públicos o privados, un acto de seducción compulsiva.
Seducimos por compañía, por dinero, por amistad, por sexo, por negocios, por comodidad, por consuelo, por egoísmo y por las dudas.
Consumimos cada electrón de nuestra energía en sostener el “show off”, con lo que, paradójicamente, quedamos sin energía para conocernos, cultivarnos, aprendernos, valorarnos y amarnos. Todos estos requerimientos excluyentes para poder obtener los resultados a largo plazo que nosotros queremos obtener con la seducción y que siempre terminan en desastre.

Porque invariablemente, con el tiempo la máscara e Casanova se hace cada vez más pesada y difícil de sostener, hasta que se cae ESTREPITOSAMENTE y nuestra verdadera identidad queda expuesta para confirmar nuestros temores:

“Que no podemos ser amados por quienes realmente somos”

Pero acá está la trampa… no es porque nuestra verdadera identidad sea indigna de amor, de hecho ni siquiera le hemos dado al otro la oportunidad de conocerla.
Quien está delante de nosotros descubre un ser completamente diferente al que conoció y por el que se sintió seducido y automáticamente nos cataloga de estafadores. Porque esto lo conecta con sus temores internos “Yo sabía que eras demasiado bueno para ser verdad en mi vida”, (no nos olvidemos que hacen falta dos para el tango, si hay un victimario, hay una víctima; si hay un seductor compulsivo hay un seducido compulsivo, es decir desaparecen las personas, y nacen los roles y las cosas.)

En respuesta a esta sensación de estafa descarga sobre nosotros el desprecio que en algún rincón nosotros sentimos por nosotros mismos y esto cierra el círculo.

Con un único final posible

TODAS LAS MENTIRAS, DE TODOS LOS INVOLUCRADOS, SE VOLVIERON REALIDAD INDISCUTIBLE.

La mala noticia, esta dimensión es una dimensión de dualidad y que por tanto solo existen 2 sentimientos posibles:

El Amor y El Miedo

Entonces podemos inferir que la seducción compulsiva es un acto de miedo. Un miedo instalado a una temprana edad por un ecosistema indiferente, cuando no directamente abandónico.

Si cuando somos totalmente vulnerables no recibimos buen amor de quienes por naturaleza deberíamos esperarlo (padres, familia, entorno educativo y social) quedará grabada en nosotros la idea de que nos faltan méritos para ser amados y, como sobre-adaptación, empezaremos a seducir.

La seducción es algo natural, uno de los primeros descubrimientos que hace un bebé es cómo seducir a sus padres (llanto, sonidos, sonrisas), sin embargo ciertos ambientes disfuncionales convierten esta seducción en una herramienta imprescindible de supervivencia.
A su vez con los años esta herramienta se vuelve una zona de confort (que suele traernos más problemas que soluciones pero que nos es “conocida”) de la que ya no podemos escindirnos porque forma parte de nuestra identidad. Y en una rueda sin fin seducimos y somos seducidos por máscaras y roles en total ignorancia de los seres humanos que subyacen.
Somos víctimas de nuestro propio carnaval por el que desfilan la soledad, la frustración, el abandono y la tristeza más profunda, junto con la convicción “indiscutible” de que eso es exactamente lo que nos merecemos.

Solo podemos detener esa rueda encontrándonos en el espejo, mirándonos con los ojos del alma, reconociéndonos como hijos bienamados de la Luz, negándonos a cosificar y a ser cosificados, comprendiendo que en el aquí y el ahora somos perfectos tal y como somos, y aún así perfectibles, descubriendo dentro de nosotros, y para nosotros en primer lugar, un universo de Amor y valoración que corra el velo de los miedos.

La buena noticia, esta dimensión es una dimensión de dualidad y que por tanto solo existen 2 sentimientos posibles:

El Amor y El Miedo

Entonces podemos inferir que cuando no somos puro miedo estamos siendo PURO AMOR

NAMO VAH