Cuando nada más despertar esta mañana oí en la radio que con toda probabilidad los restos que encontraron nada más producirse la desaparición no eran de un animal, como señaló la policía, sino de Ruth y José; sólo pude ponerme en el lugar de la madre. ¿Cómo es posible que la policía cometiera un error tan grave? ¿no tienen los medios para distinguir si unos huesos son humanos o no? No lo entiendo. Si se confirma que aquellas cenizas eran de sus hijos; en manos de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado estaba ahorrar meses de sufrimiento y dolor provocados por la incertidumbre, noches sin dormir, platos sin comer…
Efectivamente, no he podido ponerme en el lugar de la policía; y mucho menos en el del supuesto asesino.
No alcanzo a comprender qué debe pasar por la cabeza de un padre que coge a sus hijos de 6 y 2 años; se los lleva, los duerme, prepara una hoguera y los incinera sin más. Los quemó junto con los recuerdos de la extinta relación… junto a las primeras cartas, las primeras fotos, el primer regalo… como si fueran una cosa más a olvidar.
No sé cómo ha podido pasar tanto tiempo negando su implicación en estas terribles muertes y mucho menos que las haya provocado, como se sospecha, sólo por despecho; porque quería hacer el máximo daño posible a su madre. Pues mucho me temo que lo ha conseguido. Esa madre ya no podrá llorar más (o sí), me parece que esa familia no podrá recuperar su vida anterior y que esa angustia por haber perdido a sus pequeños de la peor manera posible no desaparecerá nunca.