Siempre en segundo plano, siempre en primera línea. Fernando Medialdea, Nando, compañero de Maruja (la histórica militante del PSUC-viu y de los movimientos sociales que dejó con dos palmos de narices al mismísimo Trias, alcalde de Barcelona, cuando este iba a entregarle la Medalla de Honor de la Ciudad), murió anteayer. Y ahora el compromiso, la solidaridad, la honestidad, los valores de izquierdas, en suma, están un poco más huérfanos. Justo cuando son más necesarios.
No me veo capacitada de escribir nada al respecto, así que desfachatademente copio el post del camarada Jordi del blog Del caño al coro. En él cita, entre otras cosas, la última batalla perdida de Nando, contra aquellos que renunciaron a la lucha y además quisieron imponerse con malas artes (ninguna de las dos cosas él la hubiera hecho nunca), y el hecho de que hayan sido los recortes de Mas los que probablemente hayan contribuido a acelerar su fallecimiento, cosa que me llena de una rabia inexpresable, y no solo por él, sino por tantas víctimas anónimas de este miembro de honor de esta Asociación de Psicópatas que gobierna al mundo con sus numerosos adláteres. Rabia inexpresable con palabras, claro, porque conozco otras maneras de expresarla. Y será mejor que no me obliguen.
Pero os dejo con Jordi. Hasta siempre, Nando.
Hasta siempre, Nando
Ayer nos dejó el histórico militante del PSUC y de Comisiones Obreras Fernando Medialdea, marido y compañero fiel de tantas luchas de la respetada dirigente vecinal Maruja Ruiz Martos, más conocida como “Maruja la de Nou Barris”. Todos y todas los que hemos tenido el privilegio de conocerlo y trabajar alguna vez codo a codo con él, tenemos hoy que llorar su ausencia y reivindicar su memoria.
En cierto modo, también Nando ha sido víctima de la política criminal de recortes en la Sanidad que están impulsando nuestros gobernantes, azuzados por la Banca internacional y los cínicos euroburócratas, pues, padeciendo una grave enfermedad, se le pospusieron y retrasaron intervenciones y tratamientos que deberían, en cualquier caso, haber sido considerados como urgentes.
En los últimos años de su vida, yo sé que Nando estuvo dolido conmigo, y no sin razón. Él nunca quiso comprender ni disculpar a quienes, en un momento dado, se dejan llevar por el desánimo y abandonan la lucha, ni que sea temporalmente, ni que sea para recuperar fuerzas y recopilar nuevas armas. Como tampoco quiso nunca comprender ni disculpar -y ahí, sí, estuvimos siempre de acuerdo- a quienes, a cambio de una concejalía de distrito o cualquier otro cálido pesebrillo, están dispuestos a abandonar sus principios y traicionar todo aquello por lo que habían luchado.
La última vez que vi a Nando fue en una asamblea preparatoria del último congreso del Partido; congreso en el que, a la postre, acabaron ganando los que defendían -y defienden- la cálida comodidad del pesebrillo. Es triste que esa última batalla política de Nando fuera una batalla perdida; pero a Nando nunca le asustó ni librar las batallas, ni perderlas. Él siempre fue como esos héroes de la Revolución Francesa que, tras caer abatidos por el fuego enemigo, se levantaban como podían para que siguiese ondeando siempre su bandera. Desde aquí hago propósito de aprender de él, y no desfallecer nunca en el combate, por muy de cara que venga el viento o por adversas que parezcan las circunstancias.
En personas como Nando y su compañera Maruja era en las que pensaba el poeta
Bertold Brecht cuando dijo que “hay personas que luchan durante toda su vida, y éstas son las imprescindibles”.
Hasta siempre, Nando. Tu ejemplo nos acompaña.