REDACCIÓN P+D
No podemos dejar de denunciar que Israel no es –bajo ninguna perspectiva- una nación democrática, sino que se comporta de facto como un país regido por el integrismo religioso y étnico más intolerante.
Por ejemplo, se sabe que ha expulsado –cada vez más- a decenas de cristianos extranjeros (evangélicos y católicos), sin juicio previo o trámite legal alguno, impidiendo su regreso al país; incluyendo a muchos que llevaban años residiendo en Israel, la mayoría realizando una obra social digna de mérito.
No sólo esto. A los israelíes que han abandonado la fe de sus padres abrazando el cristianismo los han encarcelado, expropiado sus bienes, o amenazado de muerte, impidiendo que tengan en su poder biblias o libros que hablen de la fe cristiana. Tampoco se les permite hablar de sus ideas con otros israelitas.