Se jubila el príncipe que no quiso ser florero

Publicado el 06 enero 2016 por Catgo

En la Casa Real de los Países Bajos y en la del Gran Ducado de Luxemburgo –también en Bélgica y en España en los últimos reinados- es tradición que los monarcas abdiquen en sus herederos todavía en vida, y dejen el cargo de rey o reina para pasar a un segundo plano. Sin embargo, no ocurre lo mismo en los países nórdicos o en el Reino Unido, donde los monarcas ocupan el puesto hasta el momento de su deceso; “Le roi est mort. Vive le roi!”. Lo curioso del caso que nos ocupa es que quien se “jubile” sea el consorte y no el titular de la corona, tal como ha ocurrido en Dinamarca desde este pasado 1 de enero.
En el discurso de Año Nuevo que pronunció la reina Margrethe comunicó públicamente la jubilación de su esposo, el príncipe Henrik, quien a partir de ahora deja todas sus compromisos oficiales en mano de los príncipes herederos para dedicarse de lleno a su gran pasión: el mundo del arte.

El ya jubilado príncipe consorte de Dinamarca nació en el seno de una familia de clase alta francesa, que a pesar de ser conocidos con el título de condes de Montpezat -un apellido aparentemente noble- poco tenía que ver con la nobleza. Según parece la familia paterna del príncipe danés se tomó la libertad de añadir al apellido familiar de Laborde el término de Montpezat (población francesa en la región de Aquitania), sin que ello comportase la adquisición de ningún título nobiliario adjunto. De hecho, el verdadero tratamiento nobiliario al apellido se lo otorgaría la propia reina de Dinamarca al crear una dignidad condal de reminiscencias francesas para sus descendientes por línea masculina. De esta manera la reina –como homenaje a su consorte- ha querido integrar en la nobleza titulada danesa a aquellos príncipes de Dinamarca que pudiesen llegar a perder dicha condición, como hasta este momento había supuesto el título de conde de Rosenborg. Un consorte real que, por cierto, no se ha sentido demasiado bien en los años que ha tenido que actuar de manera oficial como tal.
Henri de Laborde de Montpezat conoció a la heredera al trono danés siendo secretario de la embajada de Francia en Londres y, tras su matrimonio, se convirtió en príncipe de Dinamarca, transformando su nombre de pila al danés como Henrik. Una de las grandes reivindicaciones del príncipe –que fue “ascendido a príncipe consorte” en 2005- ha sido el no haber sido nombrado rey (consorte, se entiende), ni haber recibido el tratamiento de majestad en un país que se encuentra a la cabeza de los defensores acérrimos de la igualdad de sexos. De ahí que nosotros también nos preguntemos ¿por qué una mujer que se casa con un rey es tratada como "Su Majestad la Reina consorte", mientras que un hombre que se casa con una reina únicamente recibe la dignidad de príncipe (a sumo príncipe consorte) y tratamiento de Alteza Real?
A lo largo de la historia, cuando una mujer ha accedido al trono han sido contadas las ocasiones en que su esposo ha obtenido el título de rey. Algunos ejemplos son el de Felipe II con la reina María Tudor, el de Guillermo III con la reina María II de Inglaterra, Irlanda y Escocia, el de Enrique Estuardo con la reina María I de Escocia o el del consorte de Isabel II de España, Francisco de Asís de Borbón, que por voluntad de la reina recibió la dignidad de rey y el tratamiento de Majestad. También ocurrió en el caso de Fernando Augusto Francisco Antonio de Sajonia-Coburgo-Gotha, tras su matrimonio con la reina María II de Portugal -aunque tuvo que esperar al nacimiento de su primer hijo de acuerdo al derecho portugués-, y que incluso llegó a ejercer de regente tras el fallecimiento de la reina. Pero estos son algunos de los pocos casos que se han dado, ya que lo normal es que no superasen la dignidad de príncipe, tal y como ya hemos comentado.
En el Reino Unido, se dio la situación de que la reina Victoria quiso nombrar rey consorte a su esposo, cosa a la que el Parlamento se negó dado que el príncipe tenía origen extranjero, por lo que únicamente recibió la dignidad de príncipe consorte. En la actualidad, el duque de Edimburgo, quien vive una situación parecida a la de del reinado de Victoria del Reino Unido, no ha conseguido ni eso, ya que únicamente es príncipe del Reino Unido y consorte de la reina, lo mismo que le ocurrió al príncipe Claus de los Países Bajos, consorte de la reina Beatrix.

En España, el artículo 58º de la Constitución habla de “reina consorte” y de “consorte de la reina”, dignidades cuyos tratamientos protocolarios se especifican en el artículo 1º del Real Decreto 1368/1987, sobre régimen de títulos, tratamientos y honores de la Familia Real y de los Regentes, indicando que la consorte del Rey de España, (mientras lo sea o permanezca viuda), recibirá la denominación de Reina y el tratamiento de Majestad, y que al consorte de la Reina de España (mientras lo sea o permanezca viudo) le corresponderá la dignidad de príncipe y recibirá el tratamiento de Alteza Real. De ello se desprende, a diferencia de lo ocurrido en Dinamarca, que si la actual princesa de Asturias contrae matrimonio y se convierte en reina, su cónyuge tiene más que sabido (establecido por Ley) a qué tendrá que atenerse; sin motivos para protestar.
Pero volviendo al porqué un consorte varón no suele alcanzar la dignidad de rey de manera automática debemos remitirnos a tiempos –no demasiado lejanos- en los que el marido era quien tomaba oficialmente las decisiones en el matrimonio, y que en el caso de un matrimonio regio podía extrapolarse a los asuntos de estado. Es evidente que un príncipe siempre estará protocolariamente por debajo de la reina, y de esta manera se limitará su poder fáctico en caso de que no haya una ley que lo establezca. También tenemos que verlo como una manera de proteger la continuidad de una dinastía determinada en tiempos en los que se aplicaba la ley sálica. Si el consorte alcanzaba la dignidad de rey Iure Uxoris, en caso del fallecimiento prematuro de la reina podía llegar a asumir la corona con plenos derechos.
A pesar de las quejas de Henrik de Dinamarca y su reiterada reivindicación sobre que se reconozca públicamente la igualdad de sexos en la institución monárquica, es evidente que le ha llegado la hora de jubilarse sin haberlo conseguido. Y es que la monarquía es mucha monarquía... Es evidente que la herencia de las tradiciones medievales monarquicas todavía tienen mucho peso.

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