Las Oscuras Primaveras (México, 2014), de Ernesto Contreras. Vi el tercer largometraje de Contreras en Río de Janeiro 2014 donde estuvo en competencia. Por acá escribí de la película, con todo y crónica de mis mágicas habilidades para perderme en cualquier ciudad que usted mencione. Una suerte de súper-poder.
Inquebrantable (Unbroken, EU, 2014), de Angelina Jolie. El segundo largometraje de la señora Pitt (opera prima In the Land of Blood and Honey/2011, no vista por mí) fue diseñada para ser candidata oscareable pero, a excepción de la merecida chorrogésima nominación de Roger Deakins y dos nominaciones técnicas más -mexcla de sonido y edición de sonido-, la cinta pasó con más pena que gloria para los colegas académicos de la Jolie.
Aunque, a decir verdad, si la Academia gringa nominó a 5 Oscars esa mediana biopic que es Hawking In Love (Marsh, 2014) bien podría haberle dado un champú de cariño a este bien producido, mejor fotografiado y decentemente actuado melodrama bélico-deportivo basado en la vida del corredor y veterano de la Segunda Guerra Louis Zamperini (1917-2014), sólidamente interpretado por el ascendente actor inglés Jack O'Connell.
La cinta sigue con fidelidad la biografía del personaje escrita por Laura Hillebrand, aunque la firma de los hermanos Coen en el guión original es un misterio, pues nada puede encontrarse en este convencional filme de la visión del mundo de los directores de Simplemente Sangre (1984): nada de su pesimismo, nada de su humor negro.
La película sigue la trayectoria edificante de este hombre, hijo de inmigrantes italianos en Estados Unidos, que salió de la pobreza corriendo, hasta llegar a formar parte del equipo olímpico americano en Berlín 1936. Aunque Zamperini no ganó ninguna medalla, estaba preparado para convertirse en campeón olímpico cuatro años después, pero la Segunda Guerra Mundial se atravesó y para 1941 el muchacho formaba parte la Fuerza Aérea gringa. En 1942, cuando su B-24 cayó al mar, sobrevivió con dos de sus compañeros durante 47 días en el Pacífico -sin tigre digital incluido pero sí con hartos tiburones- y terminó como prisionero de guerra de los japoneses, par de años en los que sufrió maltratos y torturas físicas y psicológicas por parte del sádico oficial Watanabe (el muy femenino cantante de rock nipón Miyavi).
Es esta última parte de la cinta -que nos remite, inevitablemente, a la homoerótica relación central de Furyo (Oshima, 1983)- que parece interesarle más a la señora Jolie: por un lado, el sufrimiento de Zamperini y su resistencia casi crística; por el otro, el franco sadismo que apenas esconde una admiración/atracción reprimida de parte del tortuador. Nada nuevo en este tipo de cintas, sin duda, pero los dos actores encarnan bien a sus respectivos personajes y la Jolie, como directora, se muestra suficientemente capaz como para mantener el interés durante poco más de dos horas.
Muy lejos de ser una obra mayor, sin duda, pero viendo la calidad de varias de las otras cintas nominadas, queda la sensación que el ninguneo a la señora Jolie lo ha de haber promovido Jennifer Anniston.
Fuerza Mayor (Force Majeur, Suecia-Francia-Noruega, 2014), de Ruben Östlund. El cuarto largometraje del ya consolidado Östlund (temprana obra mayor Play: Juegos de Hoy/2011) es una de las dos mejores (mejor dicho, peores) date-movies que cualquiera podía haber elegido para quedar bien con la futura media naranja el año pasado (la otra, claro, fue Perdida).
Un matrimonio sueco de clase media-alta (Johannes Kuhnke y Lisa Loven Kongsli) que pasa unos días de vacaciones en los Alpes con todo y sus dos encantadores hijitos rubios, ve cómo su perfecta relación empieza a desmoronarse después de que el marido tiene un comportamiento poco masculino, por decir lo menos. La familia se encuentra en una terraza, a punto de comer, cuando los administradores del idílico sitio turístico provocan una "avalancha controlada" de nieve -valga el oximoron. El problema es que la avalancha parece, por un instante, que se saldrá de control, así que todos los turistas presentes en la terraza salen corriendo despavoridos: la mujer, Ebba, siempre con el instinto materno de protección a flor de piel, carga con los dos niños mientras que el marido, Tomas, solo acierta a correr lo más rapido que puede -sin olvidar su teléfono celular, eso sí.
Ese incidente quedará flotando el resto de la película: será discutido en una cena con otra pareja de amigos provenientes también de Suecia (Fanni Metelius y el bien conocido Kristofer Hivju, de Game of Thrones) y será el arma certera que usará Ebba en contra de su repentinamente emasculado marido para restregarle que no actuó como cualquier hombre lo haría -o debería de hacerlo, según lo exigen los roles sociales que nos son impuestos.
Como en la ya mencionada Play -y, aparentemente, como también sucede en su segundo largometraje, Involuntario (2008) que, mea culpa, aún no he visto-, Östlund provoca al espectador colocándolo en una posición si no imposible, sí muy complicada. ¿Tiene razón Ebba en cuestionar a su marido por ese incidente? ¿Vale la pena poner en peligro un matrimonio por una reacción natural y no perversa? Pero, por otro lado, ¿no será que Tomas realmewnte ha fallado en su papel de padre de familia, más allá de rollos mareadores sobre la evolución, la civilización y la cultura? En todo caso, una recomendación: si usted no puede convencer a su media naranja que no actuaría como lo hace Tomas en el filme, mejor vea Fuerza Mayor usted solito.