Ilusión Nacional (México, 2014), de Olallo Rubio. ¡Qué desperdicio de tema! El cuarto largometraje -tercero documental- del locutor vuelto cineasta Olallo Rubio podría haber sido el equivalente nacional (en chiquito, modestamente, ahi con toda humildad) de la magistral serie televisiva americana Baseball (Burns, 1994) y su tardía secuela Baseball: The Tenth Inning (Burns y Novick, 2010). Es decir, Rubio tenía la posibilidad de realizar un ensayo fílmico sobre el país -su historia moderna, sus sueños, sus pesadillas, sus fracasos, sus triunfos, sus vicios, sus virtudes, sus negocios, sus transas, sus pueblos perdidos, sus inabarcables ciudades, sus héroes y villanos- a través del deporte más popular de este país -y del mundo. Pero no: el reto le quedó grande, enorme, descomunal. El resultado no es más que un amasijo de de imágenes unidas con un impulso narrativo harto elemental que se repite una y otra vez hasta el cansancio: copiar-pegar-chorear, copiar-pegar-chorear, copiar-pegar-chorear...Una regla básica de la crítica es escribir de lo que existe en pantalla, no de lo que me hubiera gustado ver. Así que olvidemos por un momento lo que Burns hizo en Baseball, sus decisiones formales y sus espléndidos resultados -el uso de la foto fija con la cámara explorando cada fragmento de la imagen, la magistral alternancia de distintas voces que interpretan declaraciones y testimonios, las siempre articuladas cabezas parlantes que aclaran/precisan/subrayan, el proverbial uso de la música a lo largo de toda la serie- y concentrémonos en lo que hizo Rubio en este documental. Pero, ¿qué hizo? Muy poco, la verdad: la recopilación de imágenes de archivo (de cine y televisión) de innumerables juegos de fut, una antología de goles (a favor/en contra) de la Selección Nacional, ciertas reflexiones bizantinas de comentaristas/cronistas/ejecutivos acerca de por qué la Selección no gana, el inesperado bicampeonato de la Sub-17 y el apoteósico triunfo en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, todo ello acompañado por la machacona voz del propio Rubio, quien le dice al respetable lo que tiene que pensar de cada imagen que está en pantalla. El problema es que no parece que Rubio tenga claro qué piensa él mismo sobre el fut.Y es que a diferencia de su anterior documental, Gimme the Power (2012) -cuyo discurso era bastante pedestre pero por lo menos muy claro: el PRI es el origen de todos los males de este país, Molotov es la banda que mejor ha encarnado el malestar y la rebelión nacionales de fin/inicio de siglo-, en Ilusión Nacional Rubio no parece tan interesado en desentrañar al futbol como deporte (¿será aficionado?: no lo parece), ni como negocio, ni como expresión social, ni como cultura popular, ni como frustración/sueño/ilusión nacionales, tal como lo promete en el título. Al final, la pobreza de recursos estilísticos -editar una imagen tras otra con su aleccionadora voz monótona de fondo- más la ausencia de un punto de vida claro terminan por hundir a esta película en la simple y llana instrascendencia. Un pinche tiritito. Mitote (México, 2012), de Eugenio Polgovsky. Presentado en Morelia 2013, estamos ante un mediometraje de 53 minutos que transcurre en la plancha del Zócalo el día en el que México y Sudáfrica abren el Mundial de Futbol de 2010. Así pues, mientras la gente llega a ver en pantalla gigante al Tri del "Chicharito", la cámara de Polgovsky se entretiene tomando los desfiguros de un doñito anteojudo y oaxaqueño que pendejea a todo los mexicanos por ser unos dejados y no saber de historia, atestigua los gritos de lucha de los centenares de electricistas del SME en huelga y sigue las rutinas de curación y limpia de cierto chamán (dizque) azteca que regaña a todos los que no saben que México se pronuncia Meshico, más lo que se acumule en ese rato -una calaca catrina que coquetea con un granadero, un basurero que se ríe quién sabe de qué, el campanero de catedral dándole duro y tupido a su chamba-, sin faltar las obvias conexiones del México prehispánico -máscaras olmecas de hace 3 mil años, los vestigios del Templo Mayor- con el México futbolero de hoy, pues algún rostro tallado en piedra por los aztecas parece el mismísimo retrato de cualquier chilango que se emociona/desilusiona por su selección nacional empatando con Sudáfrica a un gol. Puro mitote, puro relajo, bien capturado y bien filmado por Polgovsky. No más, no menos.
Los Insólitos Peces Gato (México, 2013), de Claudia Saint-Luce. La mejor cinta mexicana que vi el año pasado y, por lo menos hasta hoy, 6 de abril, la mejor película nacional del 2014. Mi crítica en el Primera Fila del Reforma del viernes pasado.