Ginger & Rosa (Ídem, GB-Canadá-Dinamarca-Croacia, 2012), de Sally Potter. El octavo largometraje de la cineasta inglesa Potter es la más accesible de todas sus obras y, también, la más claramente autobiográfica. Ellen Fanning está formidable como la adolescente que tiene que crecer con el mundo en llamas -estamos en Londres, en plena crisis de los misiles cubanos- y su familia derrumbándose. Mi crítica en el Primera Fila del Reforma del viernes pasado.
Monsters University (Ídem, EU, 2013), de Dan Scanlon. El décimo-cuarto largometraje de Pixar -y opera prima de Dan Scanlon- es la primera precuela de los genios de la animación digital y, aunque está lejos de lo mejor de la compañía, tampoco merece ninguneo. De hecho, se trata de la mejor cinta veraniega hollywoodense que he visto hasta el momento -claro que la competencia, con Aironmán, Esperanza y demas monsergas, tampoco es demasiado buena. Mañana escribiré de ella aquí mismo.
La Chica del Sur (Argentina, 2012), de José Luis García. Ganadora de una Mención Especial en el BAFICI 2012, este documental argentino ha sido estrenado en el los circuitos culturales y merece mucho la pena ser revisado. Mi crítica la publiqué aquí ayer mismo.
El Gerente de Recursos Humanos (Shlichuto Shel HaMemune Al Mashabei Enosh, Israel-Alemana-Francia-Rumania, 2010), de Eran Riklis. Un gerente de recursos humanos (Mark Ivanir) de una gran compañía panadera israelí es enviado por su jefa (Gila Almager) a acompañar el cuerpo de una empleada desconocida, muerta en un atentado terrorista, con el fin de disipar la mala imagen de la corporación. La muerta, llamada Yulia Petracke -único personaje identificado con nombre y apellido en todo el filme-, provenía de algún país exsoviético, así que el citado gerente -de pasado militar, divorciado, solitario, viviendo en un hotel, con una hija adolescente a la que casi no frecuenta- tiene que hacer de tripas corazón y lidiar con los laberínticos trámites burocráticos de ese país excomunista nunca identificado y con los malos modos del rebelde hijo adolescente (Noah Silver) de Yulia.
El israelí Riklis dirige con solvencia esta tragicómica y kafkiana road-movie centrada en reconocer la dignidad un cuerpo que nadie quiere recibir, al mismo tiempo que, durante el trayecto, el protagonista del filme, el alienado gerente sin nombre, encuentra su propio sentido de humanidad e integridad al hacer este viaje hasta el fin del mundo postcomunista. Sin la contundencia de sus anteriores cintas, El Limonero (2008) o La Novia Siria (2004), este nuevo largometraje de Riklis -estrenado con tres años de retraso y solo en el circuito cultural- no deja de tener cierto interés.