La Edad Atómica (L'Âge Atomique, Francia, 2012), de Héléna Klotz. El segundo largometraje de Héléna Klotz ganó el FIPRESCI en la sección Panorama de Berlín 2012 y es fácil entender por qué. La cinta está impecablemente realizada y logra transmitir una genuina sensación de melancolía, confusión y alertagamiento, propio de los personajes protagónicos y, de alguna manera, de la generación a la que representan.Victor y Rainer (Eliott Paquet y Dominik Wojcik, respectivamente) son dos muchachos que toman un tren de los suburbios hacia París, llegan a un antro en donde rechazan o son rechazados, se dan de golpes con un trío de ojetes a la salida y luego, cuando Victor tiene la oportunidad de ligar con una muchacha que se encuentra en la estación del tren, Rainer le echa a perder el momento. Los dos amigos terminan saliendo a un bosquecillo a pasar la noche; es obvio que Rainer tiene un interés más que amistoso en Victor. Lo que siente este último no es tan claro: problablemente sólo amistad. La propia directora ha dicho que la historia de este brevísimo largometraje -apenas sobrepasa la hora de duración- es más bien banal, pues lo que importa es el ambiente que describe y el esbozo de estos dos confundidos muchachos que no encuentran ninguna razón en lo que hacen. La película, insisto, está muy bien realizada, pero me dejó completamente frío: ¿por qué tendrían que interesarme este par de adolescentes aburridos? Ni modo: será cuestión generacional, pero este tipo de personajes me provocan una infinita flojera.
César Chávez (Ídem, EU-México, 2014), de Diego Luna. Esta hagiografía sobre el líder de los trabajadores del campo César Chávez adolece de complejidad dramática, por más que la realización sea bastante limpia y presuma un reparto competente. La película más ambiciosa y, al mismo tiempo, menos lograda del actor vuelto cineasta Luna. Mi crítica en el Primera Fila del viernes pasado de Reforma.
Obediencia Perfecta (México, 2014), de Luis Urquiza. La opera prima del productor vuelto cineasta Urquiza es un valioso acercamiento al escándalo Maciel a través de la crónica de la apropiación psicológica/física/moral que hace de un seminarista adolescente el maléfico Padre Ángel de la Cruz -Marcial Maciel con otro nombre-, bien interpretado por Juan Manuel Bernal. Mi crítica la publiqué hace un par de días por acá.
Non-Stop: sin Escalas (Non-Stop, EU-GB-Francia, 2014), de Jaume Collet-Serra. Liam Neeson vuelve a las andadas, ahora como un agente federal que, asignado a proteger un vuelo Nueva York-Londres, se encuentra con que un terrorista amenaza con matar un pasajero cada 20 minutos si no suelta una millonaria marmaja. La primera hora, en la que Neeson es una suerte de emproblemado detective tratando de resolver la identidad del pasajero terrorista -una especie de novela de Agatha Christie en el aire-, aguanta muy bien el palomazo. Por desgracia, hacia el final todo el asunto se sale de madre entre los disparos y las explosiones de rigor.