Como respuesta a la insaciable voracidad de Rajoy y los suyos, como reacción ciudadana y democrática frente a sus abusos e injusticias, los españoles deberíamos hacer un rotundo y drástico boicot a las loterías y apuestas del Estado. Si no compráramos ni un sólo número y si no rellenásemos ni un boleto de la Primitiva o la Bonoloto, los políticos aprenderían que el ciudadano tiene dignidad y poder.
El boicot es, junto con el voto, el único poder real que le queda al ciudadano en un país como España, donde ha sido expulsado de la política y de los procesos de toma de decisiones por una casta que ejerce el poder en régimen de monopolio.
Lo que los demócratas critican en la España de Rajoy no son los recortes, ni las subidas de impuestos, que serían asumidas con disciplina, generosidad y respeto ante situaciones de necesidad y crisis como las actuales, sino la inmensa injusticia que significa hacer pagar al ciudadano la totalidad de la factura de la crisis, mientras los políticos mantienen sus privilegios, sus coches oficiales y sus despilfarros, negándose a adelgazar uno de los estados más sebosos y costosos del planeta, plagado de enchufados innecesarios, casi todos con carné de partido y amigos del poder, y a prescindir de instituciones y empresas que realizan labores duplicadas y triplicadas, utilizadas por los políticos únicamente para colocar a los suyos. Esas injusticias, insoportables en una democracia de hombres y mujeres libres, son las que reclaman una reacción digna y rebelde de la ciudadanía, que debe recurrir al boicot, una de sus escasas armas eficaces.