Se murió sin querer queriendo

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Están los Beatles. Y los Rolling. Podríamos incluir a Messi y a Cristiano si tuviera el día futbolero. Pero hay deidades mucho mayores que todos ellos: el Chavo, la vecindad y Chespirito. En España los vimos tarde y mal, pero aquí en América Latina no hay nadie que no sonría cuando le dices eso de “no contaban con mi astucia”. Roberto Gómez Bolaños, o el Chavo y Chespirito, como quieran, murió ayer a los 85 años, y desde entonces hay muchos países que están de luto.

Fue ídolos de masas (sí, estoy utilizando frases manidas, el post lo amerita) de una punta a la otra del subcontinente.

Uno analiza la historia del Chavo y entiende la empatía que muchas sociedades podían sentir por él. En una humilde comunidad de vecinos mexicana, “el Chavo del ocho”, un niño huérfano y pobre que vivía en un barril, tenía un sueño: comerse un sándwich de jamón, como lo hacía la gente rica, representada por el orondo Señor Barriga. Como los niveles de pobreza en muchos países no han variado demasiado desde los años 70, década en la que surgió la serie, es lógico que muchos millones vieran en la tele reflejada su propia historia.

Gómez Bolaños antes que actor fue escritor y guionista, y de su cabeza salieron todos estos memorables personales; Don Ramón, la Chilindrina, Doña Clotilde, Ñoño, la Bruja del 71,… Y también surgió Chespirito, un antihéroe que no tenía miedo a nada y que vestía unas más que hirientes mallas rojas muy ceñidas. Por cierto, que el nombre de Chespirito es muy simpático. A Bolaños lo llamaban, por su buena pluma, el Shakespeare chiquito. Y de ahí, pues salió Chespirito, como no podía ser de otra manera.

Les dejo con esta entrevista de 1977 a Gómez Bolaños a su llegada a Chile. En ella dice que faltan más héroes de verdad, de los que tienen miedo, de los que se hacen daño. Y yo, siendo el mayor fan del mundo de Batman, estoy de acuerdo.