“La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la identidad más íntima de Europa”
Benedicto XVI
Durante este periodo de cinco años, las niñas videntes, que afirmaban en Garabandal estar en contacto con la Virgen, madre de Jesucristo, fueron examinadas por más de cuarenta doctores. Para unos de ellos el fenómeno era fruto de histeria, epilepsia o sugestión colectiva; para otros eran sucesos totalmente inexplicables desde el punto de vista científico. Del mismo modo, tampoco los teólogos, el jesuita Alfonso Rodrigo, Antonio Royo-Marín O.P. o Francisco Odriozola llegaron a explicaciones homogéneas ya que tenían pareceres contrarios entre sí.
Las supuestas apariciones de la Virgen María que tuvieron lugar entre 1961 y 1965, a cuatro niñas de la localidad de San Sebastián de Garabandal, ubicada en el municipio de Rionansa (Cantabria, España), generaron una serie de profecías, una de las cuales parece señalar al papa Benedicto como "el último" de los pontífices católicos. Se trata de una predicción difícil de entender, que algunos interpretan al pie de la letra y la utilizan para desacreditar al Papa Francisco y a la misma Iglesia que deja el papa moribundo, la cual habría perdido el apoyo del mismo Dios por sus pecados y por sus traiciones a los valores y virtudes.
Uno de los temas que más ha dado que hablar en relación con los hechos de Garabandal es la supuesta profecía de los «tres papas», unida el anuncio de un inminente «fin de los tiempos».
Los tres papas del anuncio serían, por lo tanto, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y tras la llegada del Papa Francisco, habría comenzado el tiempo en el que debería llegar el «fin de los tiempos».
Pero al margen de las profecías y creencias más o menos misteriosas, Benedicto XVI, el papa que se está extinguiendo, ha sido un faro poderoso para la fe y la cultura de Europa, de la que nacieron los derechos humanos, la democracia y la concepción del mundo y del universo que domina las creencias en todo el planeta.
Para Benedicto XVI, Europa es una realidad histórica y moral, más que geográfica, asediada por una profunda crisis cultural, política y religiosa. Ya en marzo de 2006 dijo con claridad en un discurso a los miembros del Partido Popular Europeo que era un signo de inmadurez, e incluso de debilidad, relegar la religión a la esfera de lo privado, porque de esa manera se excluye del foro público el necesario diálogo con la tradición histórica y religiosa. Entonces, como en su encuentro posterior con los políticos en el Westminster Hall, donde fue sentenciado a muerte Tomás Moro, reivindicó el legítimo papel de la Iglesia como interlocutor válido en la defensa de los que denominó «principios innegociables» de la vida pública (la defensa de la vida humana en todas sus fases, el reconocimiento de la estructura natural del matrimonio y la familia o la tutela del derecho de los padres a educar a sus propios hijos). «La religión —dijo a los británicos— no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional.
Las tesis del papa moribundo chocan de lleno con la ideología autodenominada "progresista", que impulsa la marginación de la religión, especialmente del cristianismo, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia.
El mundo sin Dios que propician las izquierdas, en especial los socialistas y comunistas, es, según Benedicto, la antesala de la muerte del mundo de las libertades y los valores y el principio de una cerrera demencial que conduce a la derrota y el fracaso de la civilización.
La inminente muerte del papa Benedicto no representa sólo la pérdida de un gran intelectual que nos servía de vigilante y faro de luz, y de los grandes valores que sostenían nuestro mundo, aquel que surgió de la confluencia de la religión judeocristiana, la filosofía humanística de Grecia y el derecho romano, sino también el inicio de una etapa desgraciada de la historia humana que algunos identifican como "el fin de los tiempos", en la que el hombre no valdrá nada y será como una cáscara de nuez flotando en un océano embravecido.
Puede que "el fin de los tiempos" al que se refieren las profecías no sea otra cosa que el fin de los valores y la llegada del mal a la Tierra, de la mano de políticos y de dirigentes mundiales sin escrúpulos, dominados por las sombras, que se han aliado con el mal e impulsan la muerte del hombre como ser libre y obra de la divinidad.
Francisco Rubiales