Se nota el Píxel

Publicado el 28 marzo 2013 por Historiadea
Vaya por delante que el título de este post no es inédito. Se lo debo a mi queridísimo friki Enjuto Mojamuto (gracias al cual he vivido momentos impagables de humor absurdo relacionado con Internet y las nuevas tecnologías), quien, en un hilarante episodio de título homónimo al de esta entrada, se lamentaba de la escasa o nula calidad de algunas imágenes que pululan por la Red. 
A mí me pasa lo mismo que a las imágenes que detesta Enjuto. Se me nota el Píxel. Y no porque carezca congénitamente de un extraordinario tamaño, color y resolución (atributos que todo buen elemento gráfico digital debe reunir en grado sumo) sino porque tomando los tres parámetros _juntos, por separado, o en combinaciones aleatorias de los mismos_, disto mucho (a ningún nivel) de ser un ".TIFF" de máxima calidad ajeno, entre otros, a los efectos de la compresión. Con lo cual, por pares o por nones, lo mío a día de hoy es ir hecha un ".JPG" por la vida y notarme el puñetero Píxel cada dos por tres.
Me noto el Píxel, por ejemplo, cada vez que el espejo, cada mañana, me devuelve de manera terca, repetitiva, inmisericorde y "mojamuta", el reflejo de mis ojeras y mis patas de gallo, además de recordarme sin ambages ni vaselina el nutrido puñado de canas que, in crescendo y como cantaba Gardel en el tango, platean _lunfardas_ mi sien.
Pero lo grave no es que yo me note mis propios píxeles _me asome o no al espejo_ sino que, en un ejercicio de extrapolación global (supongo que igual de friki que los acaeceres de mi querido Enjuto), con el paso de los años me ha dado por notarle también el Píxel a casi todo y a casi todos. Y es que, eso sí, por muy "jotapejera" que se ponga la vida, tengo unos ojos "tifferos" de largo alcance que, si en lo estrictamente personal son cañeros, con el resto del mundo y lo que Dios ampara _animal, vegetal o mineral_ suelen ser demoledores.
¿Enciendo la televisión y pongo las noticias?... ¡Hala!... Píxeles ibéricos en estampida haciendo de las suyas por todos lados, conformando una deleznable galería de imágenes cuyo tamaño, calidad y resolución haría vomitar al estómago más curtido. ¿Cambio de canal y salto a programitas de reporteros?... ¡Toooooma!... Toneladas de píxeles en pelotilla picada con las gónadas al aire (cámara en mano, eso sí) hurgando, so pretexto informativo e hiperrealístico (como algunas pollas del Sex Shop), en las desgracias ajenas.
¿Conozco a alguien que, en teoría, acrisola en su sola humanidad el ardor, admiración y deseo del sexo contrario o del orbe en pleno?... No falla... A la media hora de conversación veo píxeles saliéndole de la nariz y las orejas y ya no puedo hacer otra cosa que tratar de que no me venza el aburrimiento, la decepción o el hastío.
Creo, en consecuencia y sin temor a equivocarme, que las más elevadas imágenes (mías, tuyas, nuestras) pertenecen al Cielo de Photoshop de la misma manera que la Entidad Trina de lo Bueno, lo Perfecto y lo Bello pertenece al Cielo de las Ideas. Y que da igual lo que seamos, hagamos o digamos. Por mucho que nos creamos _de manera individual o como especie_ el último ".TIFF" del Universo, la evidencia bajo la lupa o frente al espejo es pavorosa.
Se nota el Píxel.