Tampoco es creíble que los miles de negocios temporalmente cerrados y los miles que se han arruinado y desaparecido con la pandemia no clamen al cielo y no generen una oleada de venganza y castigos contra un gobierno que ha sido señalado en todo el mundo como el peor en la gestión de la pandemia.
Si a la rabia por los muertos y los negocios cerrados se agregan el dolor y las ansias de venganza de los que han perdido sus empleos y están bajo las garras del paro, viendo como el hambre penetra en sus vidas, la marea de los que claman venganza contra Sánchez es indetenible y suficiente para que el apoyo a los que mal gobiernan se derrumbe.
A la marea anti-Sánchez hay que agregar a los que se sienten maltratados por los médicos, que diagnostican y recetan por teléfono, los que ven como la gente muere en sus casas, sin recibir la atención médica a la que tienen derecho, los que se indignan ante la ruina económica y moral de la nación y los numerosos españoles que sienten asco ante una clase política gobernante que se atiborra de privilegios, que se sube los sueldos durante la pandemia, que está endeudando a España hasta la locura y que ha sido incapaz e adelgazar el Estado y renunciar a algunos de sus muchos privilegios y ventajas para solidarizarse con un pueblo desesperado, que ve como la prosperidad, los derechos y las libertades conquistadas en el pasado se esfuman, victimas de uno de los peores gobiernos del planeta.
Si todo eso no provoca, irremediablemente, un desastre electoral para los culpables del drama, que son, por encima de todo, el PSOE, acompañado en sus agresiones y maldades por Podemos, independentistas, golpistas catalanes, nacionalistas vascos y amigos de la asesina ETA, que venga Dios y lo crea porque ningún humano en sus cabales se lo puede tragar.
Todos estos argumentos, necesariamente, tienen que generar un profundo rechazo al gobierno, que las encuestas actuales no recogen y menos las del oficial CIS que dirige Tezanos, un socialista radical.
De ahí a pensar que un gran pucherazo se está preparando, queda muy poco. Es más, pensar que se prepara un fraude parece lógico para miles de observadores y analistas capaces de eludir el adoctrinamiento y la lluvia de mentiras que se esparcen desde los medios comprados por el gobierno. Sospechar que habrá fraude en España es lógico.
En el gobierno actual tenemos un presidente y un vicepresidente denunciados por fraude electoral en sus partidos. Sánchez fue expulsado de la secretaría general del PSOE por intentar un fraude en una votación del comité federal.
En las redes sociales proliferan las denuncias y sospechas de fraude en el recuento de votos. Esas mismas redes, donde la resistencia al abuso de poder, la mentira y la corrupción crecen, destacan que el país se está hundiendo y que el gobierno emplea toneladas de dinero en financiar se poder, sobornando, comprando voluntades y medios y pervirtiendo a los que tienen influencia.
Los críticos son cada día más feroces y contundentes y destacan, ya con credibilidad, que utilizar el dinero público para comprar votos, votantes y medios de comunicación es corrupción y fraude, lo mismo que mentir e incumplir las promesas electorales. Decir, como dijo Sánchez en campaña, que nunca pactaría con BILDU o con Podemos y después hacerlo es fraude duro y mas corrupto que robar. Aprobar medidas con el único fin de ganar votos es también fraude y acuchillar la democracia. Usar el dinero público con fines electorales es fraude. Acosar a la oposición hasta desacreditarla, es fraude. Castigar con menos dinero y menos vacunas a las comunidades gobernadas por la oposición es fraude, estafa y una canallada que viola la Constitución y la decencia.
Nadie tiene pruebas, pero los indicios y las sospechas son muy poderosos. Para los que luchamos por una España limpia y mejor que la sucia que nos han construido desde el poder corrupto e inepto, el fraude del PSOE de Sánchez es una realidad posible, probable y casi incuestionable, de igual modo que pensar que todo ese océano de indecencia y abuso de poder puede quedarse sin castigo ciudadano y sin reflejo en las urnas es menos creíble y lógico que un cuento de hadas o la fábula de Pinocho, el muñeco viviente de madera.
Francisco Rubiales