No es sólo un asunto de cambio climático el que debemos afrontar como especie, sino algo más grave y vergonzoso: el ser humano se envilece y pierde valores, ya sea porque sus neuronas están afectadas por la contaminación, como sostienen los neurocientíficos del Harbar, o porque el liderazgo mundial se ha envilecido de tal manera que tras haber sido ocupado por numerosos enfermos, en lugar de promover el amor, la solidaridad, la paz y leyes justas que mejoren el mundo, promueven la división, la envidia, el enfrentamiento, la injusticia, la guerra y el egoísmo en todas sus escalas y facetas.
Antes de celebrar una cumbre sobre el clima, habría que celebrar una cumbre para salvar al hombre de la vileza, una cumbre de filósofos y de médicos, mas que de políticos, ya que estos son los principales exponentes del mal en nuestro planeta, gente de cerebros dañados y enferma del “síndrome de Hibris”, la enfermedad de los políticos malvados, padecida por muchos jefes de Estado, de gobierno, ministros y altos cargos del mundo, una terrible alteración del cerebro que convierte a las personas en egoístas, insensibles, crueles, arbitrarias y hasta en auténticos criminales.
Estudiada por el psiquiatra británico David Owen, que fue ministro, y magníficamente descrita en su libro "En el poder y en la enfermedad: Enfermedades de jefes de Estado y de gobierno en los últimos cien años", el síndrome de Hibris describe perfectamente la personalidad de psicópatas dañinos en el poder, entre los que podrían encontrarse los españoles Zapatero y Pedro Sánchez, además de Stalin, Fidel Castro, Kennedy, Mao y una larga fila de mandatarios crueles y culpables en gran medida de la deriva suicida de nuestro mundo.
La cumbre sobre el cambio climático de la Tierra se inaugura hoy en Madrid con esa carencia y dentro de la paradoja de que muchos enfermos con gran poder se reunirán para buscar remedio a un mal del que ellos mismos son protagonistas y promotores.
Del 2 al 12 de diciembre se buscarán remedios en Madrid para el mundo que agoniza, pero nadie se atreverá a decir que las peores enfermedades del planeta las causan los políticos que gobiernan, lo que equivale a convertir la cumbre en una ridícula opereta, en la que los curanderos están locos.
Por esa locura, nadie se toma en serio el hecho de que estamos destruyendo nuestra morada y por eso mismo prevalecen los valores negativos sobre los positivos, el mal sobre el bien y la muerte sobre la vida.
Sin tratar primero y someter a tratamiento de emergencia a nuestros líderes, esos que en el fondo de sus mentes enfermas disfrutan derramando plásticos sobre el océano y llenando la atmósfera de gases mortales, toda cumbre sobre el clima y todo intento de salvar el planeta fracasarán, como también han fracasado y fracasarán los intentos de que el mundo viva en paz, de que la Justicia impere y de que los hombres consigan esa felicidad a la que tienen derecho. La única causa cierta y principal de todos esos males es un asunto tabú y consiste en que nuestros dirigentes están enfermos y que el mal ha entrado de lleno en los palacios y ministerios, contaminándolo todo desde allí.
Francisco Rubiales