Seamos curiosos

Publicado el 12 octubre 2015 por Elena Rius @riusele
 Supongo que es buena señal que un libro como el de La Utilidad De Lo Inútil (Acantilado Bolsillo)">Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil lleve más de diez ediciones, aunque a veces tengo la impresión de que lo que predica convencerá sobre todo a los ya convencidos. Si he de atender a lo que observo a mi alrededor, a la hora de orientar a los hijos hacia unos u otros estudios una gran mayoría de los padres se guía por el "¿y esto para qué te va a servir?". (Creo que conozco sólo uno que se mostró encantado de que su hijo se hubiese decantado por estudiar Filosofía: "Lo importante es que aprenda a pensar, el resto vendrá por sí solo", decía.)Atinadamente, Ordine nos recuerda que:
"El estudio es en primer lugar adquisición de conocimientos que, sin vínculo utilitarista alguno, nos hacen crecer y nos vuelven más autónomos. (...) Sería absurdo cuestionar la importancia de la preparación profesional en los objetivos de las escuelas y las universidades. Pero ¿la tarea de la enseñanza puede realmente reducirse a formar médicos, ingenieros o abogados? Privilegiar de manera exclusiva la profesionalización de los estudiantes significa perder de vista la dimensión universal de la función educativa de la enseñanza: ningún oficio puede ejercerse de manera consciente si las competencias técnicas que exige no se subordinan a una formación cultural más amplia, capaz de animar a los alumnos a cultivar su espíritu con autonomía y dar libre curso a su curiositas."
Esto último, la curiosidad -que él designa por su nombre latino, para enfatizar su vertiente culta y desvincularla de la curiosidad que es simple afán de cotilleo-, el preguntarse por todo lo que nos rodea y el afán de saber lo que ignoramos, es el motor de todo conocimiento verdadero. Si reducimos la enseñanza académica a la mera obtención de unas competencias prácticas y de un título que lo acredite, nos encontraremos con una masa de gente que, una vez superada la edad escolar/universitaria entienden que ya no precisan aprender nada más. Sin embargo, lo que nos hace plenamente humanos es la pasión por saber, la curiosidad por aprender.    A eso alude también la cabecera de este blog: los lectores curiosos a los que idealmente me dirijo somos no sólo voraces, sino también omnívoros. Si algo llama nuestra atención, perseguimos aquellos libros que pueden ampliar nuestro conocimiento al respecto; si un autor despierta nuestro interés, leemos toda su obra; las páginas de cualquier libro que caiga en nuestras manos están potencialmente llenas de pistas que nos conducirán a otros libros, y estos a su vez a otras pistas. No leemos para aprobar un examen, ni para cumplir un requisito, ni porque un determinado tema esté de moda. De hecho, a menudo nos encontramos buscando obras descatalogadas, rescatando de lo oscuridad de las bibliotecas a autores olvidados o leyendo acerca de asuntos que no parecen interesar a nadie más. ¿Por qué? No hay otro motivo que la curiosidad: el placer de aprender.  Seamos curiosos, pues.