El Real Madrid puede obtener este sábado, en Cardiff, su duodécima Copa de Europa. Y parecería hasta lógico que todos los españoles fuésemos ese día merengues consumados. Sin embargo, por lo que se ve, no será así. Y no solo es un runrún en bares o en las tertulias de amigos, también en medios de comunicación como la televisión autonómica catalana TV3, donde en un vídeo apuestan sin ambages por la Juventus de Turín, rival esa noche de los blancos.
Que el fútbol se ha ido mercantilizando con el paso de los años es algo incuestionable. Los grandes clubes se han convertido en una suerte de macroempresas, en las que prima más el interés comercial de sus dirigentes frente a lo meramente deportivo. Conviene no olvidar que en 1966, el Real Madrid ganó su sexta Copa de Europa al Partizán de Belgrado con un equipo formado exclusivamente por futbolistas españoles y al que entrenaba Miguel Muñoz. Ahora el fútbol se rige por la masiva incorporación de jugadores extranjeros, algunos excepcionales, eso es verdad, si bien otros para nada mejoran el nivel medio de cualquier canterano nacional al que se le dé un mínimo de oportunidades. Ello no obsta para que al Real Madrid lo consideremos un equipo netamente español y, por tanto, merecido representante de nuestro país en la final de la Champions League. Sin embargo, a la clásica rivalidad con el Barça, e incluso con otros equipos como el Atlético de Madrid, se une un antimadridismo lacerante que deviene de la prepotencia que alguno de sus más insignes valedores exhibe habitualmente.
Mañana todos los españoles tendríamos que estar apoyando al Madrid. Al menos, por una noche. Sería lo más lógico, dejando al margen rivalidades pasadas y patrioterismos trasnochados. Aunque solo sea porque se trata de un equipo cuya camiseta han vestido, a lo largo de su dilatada historia, tipos tan excepcionalmente geniales como Alfredo Di Stéfano, Paco Gento, Amancio Amaro, Juanito, Emilio Butragueño o Raúl González. Y porque lo presidió durante 35 años un hombre de la talla del irrepetible Santiago Bernabéu, coartífice de aquellas seis Copas de Europa, cinco de ellas consecutivas, que tanto asombraron al mundo, un dirigente al que tan poco se parecen los directivos-ejecutivos de hoy en día.