Seamos prácticos: frente a la crisis, ningún suicidio

Por Saludyotrascosasdecomer
Sidi Bouzid es una pequeña ciudad del centro de Túnez, con apenas cuarenta mil habitantes dedicados fundamentalmente a la agricultura y al comercio. Un comerciante ambulante de frutas y verduras, Mohamed Bou’aziz, se quemó a lo bonzo enfrente del ayuntamiento de Sidi Bouzid el 17 de diciembre de 2010; murió al mes siguiente, por consecuencia de las quemaduras. Mohamed Bou’aziz tenía 26 años y era informático en paro; sobrevivía con un carrito en la calle que le requisaron por carecer de licencia, junto con la mercancía. Al prenderse, y sin quererlo, prendió la sociedad tunecina y el mundo árabe. Se convirtió en un mártir y en un héroe. Su gesto inició una protesta nacional e internacional contra los gobiernos corruptos y contra el paro, contra la injusticia y contra la falta de libertad. Eran muchos años de desesperación, frustración, ira y rabia. Era mucha la tasa de paro en Túnez, del 14% (del 50% entre los jóvenes). El suicidio de Mohamed Bou’aziz ha provocado gestos idénticos o similares en el propio Túnez, y en otros países, como Argelia, Egipto, Marruecos y Mauritania. Los suicidios, consecuencia previsible de la crisis Las crisis económicas se acompañan de peor salud (por el aumento del paro y de la pobreza, y por el incremento de la diferencias entre pobres y ricos) pero no siempre se acompañan de mayor mortalidad. Murieron millones, especialmente varones de edad media en Rusia (con la caída del imperio soviético), y más en China (con la revolución cultural). No hubo mayor mortalidad en los EEUU durante la Gran Depresión. No están muriendo más europeos por la crisis económica actual. Pareciera, pues, que el trabajo genera muertes, bien por la actividad laboral en sí misma, bien por los accidentes de tráfico anexos, bien por lo cambios de tipo de vida (más tabaquismo, más sedentarismo, más consumo de alcohol), bien por otras causas desconocidas. Si las crisis no aumentan las muertes en general, sí aumentan las muertes por suicidio en todos los países y situaciones. El desempleo se asocia a suicidio. En España los suicidios están aumentando y son ya la tercera causa de muerte, tras la mortalidad cardiovascular y el cáncer. En el mundo, el suicidio es la segunda causa de muerte, tras los accidentes de tráfico, entre los 10 y 24 años. En España la tasa de paro se acerca al 21% (del 40% entre los jóvenes); son tasas que duplican las europeas. Los jóvenes consiguen en general trabajos precarios y temporales, mal pagados y en situaciones de semi-esclavitud. El “mileurismo” parece un sueño inalcanzable y no son raros los salarios de trescientos euros mensuales (¡de “becarios”, o “en prácticas”!, dicen cuando el salario mínimo en España es de 641 euros). Las jornadas son de doce horas y las vacaciones inexistentes. Se renuncia “voluntariamente” al pago de horas extras, y el “presentismo” es plaga [es presentismo el trabajar enfermo o accidentado]. En España el 44% de los universitarios que trabajan lo hacen en tareas por debajo de su cualificación (es una tasa que duplica la europea); también duplica la tasa europea su desempleo global (del 12% frente al 6%). Las vidas de los jóvenes terminan siendo sincopadas, de mal trabajo a trabajo peor, sin horizonte y frustradas. Les queda el refugio del hogar familiar, de las drogas y del suicidio. Amorales El mismo Ministro de Industria que autoriza la subida del 10% de la luz (e insulta a los ciudadanos equiparando el pago al de un café) se humilla ante la Embajada de los EEUU y convoca un concurso fuera de plazo y a medida de una empresa termosolar gringa, Solar Reserve, por 300 millones de euros. El mismo Ministro de Fomento que restringe derechos de incapacidad laboral a los trabajadores apoya con subvenciones el negocio ruinoso de las autopistas radiales de Madrid, con hasta 1.000 millones de euros. Es el mismo Ministro de Fomento del AVE (tren de alta velocidad) que nunca se amortizará ni autofinanciará, y el mismo Ministro de Fomento que promueve un capitalismo con sobredosis de negocio subsidiado que lastra la competitividad de la economía española e impide el control del déficit. Los mismos diputados que se niegan a cambiar sus privilegios en general y respecto a las pensiones, aprueban en la misma sesión la reforma de las jubilaciones del resto de los españoles. Así, los jóvenes que no trabajan o lo hacen en condiciones esclavistas (con cotizaciones paupérrimas) se jubilarán como pronto a los 67 años si cuentan con el imposible de más de 37 años de cotización. Los parlamentarios logran la pensión máxima con siete años de tales. Lo han dicho y repetido los que nos gobiernan: tomarán las decisiones que haya que tomar “cueste lo que cueste”. Así caiga el sistema de previsión social, la educación, la sanidad, la cultura y el medio ambiente. Con su amoralidad se repartirán el botín mientras estén en el poder, y después emplearán “la puerta giratoria” para terminar de asesores de industrias varias, como bien han hecho los dos anteriores ex-Presidentes (y, por ejemplo, la mayoría de los Directores Generales de Farmacia, que han terminado trabajando en la industria correspondiente, lo que puede hacer pensar que trabajaron ya para ella desde sus puestos en el Ministerio de Sanidad). Con su “cueste lo que cueste” recurrirán a las armas cuando no les basten las leyes, como hicieron con los controladores aéreos (y, al tiempo, con todo el país). Harán de todo, menos ceder en su sumisión al capitalismo de subvención y a la humillación ante la Embajada de los EEUU. La distancia al poder En España tenemos una democracia deficiente y una corrupción creciente (son menos corruptos incluso países como Chile y Uruguay), con una enorme “distancia al poder”. La distancia al poder se expresa bien con los privilegios de los diputados y senadores, y con la tolerancia a su amoralidad y a la de los sucesivos Gobiernos. Lo que prima es la partitocracia, no la meritocracia, como expresión de la distancia al poder. En la política española se puede ser joven o viejo, culto o analfabeto, varón o mujer, pero siempre se ha de ser sumiso al partido. El partido se asegura el voto cautivo de los parlamentarios, “la disciplina del voto”, en contra de la Constitución. La distancia al poder se acorta con desobediencia civil, con listas abiertas en las elecciones [se elige a personas no a partidos], con más justicia, con meritocracia, con intolerancia ante los abusos, con resistencia a la intimidación, con solidaridad, con las redes familiares y sociales, con la participación en la vida pública y con el reparto justo de las cargas fiscales. Frente a la distancia al poder la solución no es el suicidio. Quede el respeto a Mohamed Bou’aziz y a los que le han imitado. De suicidarse alguien (a lo bonzo o como sea) que lo hagan los culpables de la crisis y los que consintieron eso que llaman “mercado desregulado”. No deseando el suicidio para nadie, ni para los políticos amorales, la desobediencia civil y la intolerancia ante sus abusos puede condenarlos a la muerte civil, al menos. Que estos políticos sientan en la piel y en su diario vivir el desprecio de los españoles que rechazan en masa sus decisiones y consideran que son el tercer problema nacional, tras el paro y el terrorismo. Entre todos podemos evitar el aumento de los suicidios, con el rechazo a las políticas que hacen caer el sistema de previsión social, la educación, la sanidad, la cultura y el medio ambiente. Frente a la amoralidad de parlamentarios y de Gobiernos cabe la integridad de la sociedad civil.