[Sección Literatura] El primer amor de siempre

Publicado el 28 mayo 2013 por Despiram @FrikArteWeb

Escrito por Eleazar Herrera

Ah, el primer amor. Una experiencia única e irrepetible. En ella no solo buscamos lo que queremos de la persona que amamos, sino que descubrimos una parte que anidaba oculta en algún rincón de nuestro corazón. Así son los primeros romances en la vida, y por ende, en la literatura juvenil: pasionales, irreflexivos y a menudo los más increíbles. Dos poderosas naciones. Tiros. Drama. «¡Nunca volverás a verle!», «Pero padre… ¡yo le amo!» Una delicia de no ser porque están hasta en la sopa.

Terrible. Mary Sues y Gary Stues quedan en el peligroso hilo argumental de turno y se enamoran con la aleatoriedad de una conjunción astral. ¡Qué guantazo tienen, de verdad! Pero sus almas de tinta no tienen la culpa. Los verdugos son sus autores. Se me ocurren dos teorías para explicar este fenómeno. La primera es que quizás escriben las historias de amor que no pudieron vivir. Por una parte es una hipótesis válida, pero improbable, dada la cantidad de amores juveniles que se reproducen de la misma manera. O sus vidas han sido bastante aburridas o les encantaría experimentar un amor digno de telenovela. Por otro lado, hay tantas interpretaciones del amor como personas, pero una cosa está clara: todos quieren un tórrido romance en sus vidas. La segunda teoría tiene que ver con las modas. Ya me imagino al editor charlando con el escritor del próximo bombazo: «Me encanta tu novela, querido. Tiene acción, intriga, protagonistas perfectos… ¡es carne de adaptación juvenil! ¡Dinero, ven a mí! (quizás esto último no lo diría…) Pero tiene un problema: no hay amor. ¿Dónde está el triángulo amoroso? ¿Las disputas, los celos? ¿De qué va a vivir el fandom?» Y ya sabemos lo que viene después.

Después de todo, y a riesgo de parecer el Grinch, me gusta el amor. Disfruto cuando los sentimientos unen todavía más a los protagonistas, cuando, circunstancialmente, complementan un argumento trabajado. Lo que me desagrada es encontrar parejas metidas con calzador, ser simples excusas para apuntalar una historia que no se sostiene por sí misma. Ahí el amor se vuelve tan predecible que podría desaparecer y nadie se daría cuenta.