A partir del folletín romántico del escritor portugués Camilo Castelo Branco “Los Misterios de Lisboa” (1854), novela coral de entramado amoroso y relevancia social donde los secretos familiares y la consciencia de culpa atormentan el recuerdo infundado de un joven moribundo Pedro da Silva, el cineasta chileno Raúl Ruiz (1941- ) recrea su adaptación homónima junto al guionista Carlos Saboaga en 266 minutos de minucioso metraje, -más una versión extendida por capítulos para la televisión- consiguiendo entre otros triunfos la Concha de Plata al mejor director en la pasada edición del Festival de San Sebastián.
Siguiendo un sistema narrativo a modo de cajas chinas, el espectador descubre los entresijos de unas vidas complejas repletas de encuentros y desencuentros, situadas siempre “entre bastidores” respecto al teatrillo de João, permitiendo asistir a la existencia de unos personajes enclavados en su propio marco: el de la literatura; el del cine; el del mundo como un gran teatro, como un juego que no se puede controlar -del que el mismo protagonista forma parte-, justificando así cierto aire efectista que sobrevuela durante todo este trepidante viaje generacional. La estructura de la película pues, sujeta la dramática, delicada y corta vida de Pedro da Silva, un falso huérfano sin nombre concreto (João), cuyo deseo de conocer su origen le lleva a presenciar todo un desfile de personalidades a través de los relatos iniciados por el polifacético y benefactor padre Dinis, al que se incorporarán otros narradores como la advenediza madre Ângela de Lima, Alberto de Magalhães, Elisa de Montfort, el Conde de Santa Bárbara, Blanche de Montfort o el propio Pedro, introduciendo cada uno a otros por medio de confesiones que descubrirán la génesis oscura y motivacional de sus historias. Pero más que un progenitor, el protagonista necesitará alcanzar la felicidad, la libertad, el amor, la verdad, una referencia fuerte que sacie su necesidad imperiosa de encontrar el apellido que le falta, -indispensable para llegar a ser alguien en aquella época-. De este modo y hasta el final de la película, Pedro estará desconcertado y falto de capacidad de reacción ante los acontecimientos, luchando contra las paredes de su escenario -su madre le regaló ese teatro de niño cuando estaba enfermo como si así ya le indicara que en su vida solo sería un títere incapaz de moverse por si solo, sin una personalidad definida-
loveit Maria João Bastos
Misterios de Lisboa - Making off
banda sonora original: Jorge Arriagada