Secuestrados. Robert Crais

Publicado el 27 marzo 2014 por Revista PrÓtesis @RevistaPROTESIS
La violencia se mueve entre los capítulos de esta novela, pugna con los personajes y lo mueve todo

La violencia vive en sus páginas

No era este uno de esos libros que cogía con especial ilusión. Se me hacía algo banal, uno de esos intentos de las editoriales por probar algo, por intentar colar un producto que no termina de funcionar bien y como tal lo tomé. Parsimonia, escepticismo y el primer golpe ocurrió en la segunda página. Y fue el siguiente:
La gente de la revista vino a mi despacho, tomaron un par de buenas fotos y acabaron haciendo que pareciese un cruce entre Philip Marlowe y Batman

Evidentemente tuve que hacérmelo mirar. 
Mi primer pensamiento fue frikismo al poder en forma de detective privado haciendo el imbécil, lo cual, puede ofrecer un sinfín de matices que son imposibles de transcribir. Las siguientes páginas consiguieron calmarme un poco, el protagonista, Elvis Cole, recibe el encargo de investigar una desaparición de manos de Nita Morales, ha desaparecido su hija. A partir de ahí unos de las mejores puestas en escena que recuerdo.
un ritmo desbocado, casi imposible de seguir
Caña, caña y caña. 

Puntualmente, Crais se concede el lirismo

Violencia y malos rollos por doquier, detrás una estructura narrativa compleja, perfectamente estructurada y que soporta un traqueteo de consideración. Puedo aventurar que el primer tercio de la novela ha sido de lo mejor que he leído durante este año, el problema vino después, el nivel bajó, al menos un poco, aunque era predecible, imposible seguir con ese ritmo.
Las tramas se entrecruzan, hasta tres, como un río, jugueteando con el espacio tiempo y teniendo como único nexo en común la violencia y los hijos de puta, que los hay y unos cuantos en esta novela.
No se trata de un secuestro al uso, es algo más, los implicados son otro tipo de fauna de carácter carroñero, sirva como ejemplo:
En aquel momento, supo que esos tipos no eran policías. Supuso que eran bajadores..., depredadores que tenían como presa a otros criminales

O también:
—¿Sabe lo que es un bajador? 
—¿Un bandido? 
—Un bandido que roba a otros bandidos. Normalmente son miembros de distintos carteles: un baja roba a un zeta, un miembro del cartel de Tijuana roba a uno del de Sinaloa o de la Familia. Se roban entre sí drogas, armas y pollos...todo lo que se pueda vender. Incluso se roban unos a otros

Personajes ideales, ¿o no?
Ni los capos de la droga gozan de honestidad, a su lado, tienen una especie claramente destructiva, los “bajadores”, los que andan por debajo en la cadena alimentaria y que, como imaginamos, son los perros de los perros, lo peor de lo peor y durante la novela hacen honor a semejante fama.
La violencia es un personaje más de la novela, vive entre sus páginas, se mueve entre los capítulos, pugna con los personajes y lo mueve todo. Para combatirla los buenos de la obra echan mano de tipos con formación militar, a la cabeza Joe Pike. Sin duda es un personaje demasiado plano y su mayor protagonismo frena el desarrollo de la obra, tal vez el autor debería haberlo dotado de mayores matices, aunque claro es una opinión personal y por lo tanto muy subjetiva. 
La mezcla entre víctimas y verdugos es demasiado favorable a las primeras, lo cual, hace que irremisiblemente la densidad de la obra se decante por la suavidad, los malos deberían haber tenido un mayor protagonismo, literariamente tienen mucha miga.
La novela se lee con gran facilidad, ayudado porque cuando te quieres dar cuenta te has metido entre pecho y espalda la mitad de la obra, al final, el ritmo decae, aunque la acción aumenta, un contrasentido que es muy evidente en la obra y que nos quiere decir con claridad que lo que importa es la calidad de la acción no la cantidad. De todas formas es obra interesante, de gustoso leer y que se puede recomendar sin rubor de ningún tipo. Un autor, para mí, desconocido al que a partir de ahora prestaré mayor atención, me ha demostrado que tiene pulsión literaria y que si la aplica como en el comienzo de la novela tenemos un autor de tronío. Me ha recordado a lo mejor de Winslow en El poder del perro creo que con eso está dicho todo.
Por último algo de lirismo que nos aporta Crais:
La pistola del hombre alto apareció de repente ante la cara de Orlato, perfectamente centrada entre sus ojos. Los morros de cobre y planos de sus balas dormían en la cripta de sus cilindros

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Sergio Torrijos