Seguid gritando

Por Candreu
Esta semana he coincidido con un par de ponentes amigos. Hablando sobre nuestro trabajo, nos sorprendió que aunque abordamos temáticas diferentes, en todos los sitios hay una pregunta común: ¿qué va a pasar con nuestro país?. Parece que no terminamos de salir de la crisis, que los que deberían ayudarnos a ello "se han pasado veinte pueblos", que incumplir las promesas que les dieron votos es algo normal, y que todo esto se desmorona y vamos directos al abismo.
Una tribu caminaba, a través de un campo, hacia un precipicio cuya existencia ignoraba. La tribu, además de desconocer su existencia tampoco mostraba especial interés por conocer a dónde les llevaban sus pasos.
Avanzaban, y avanzaban. Deprisa y deprisa. Sin descanso. Los precipicios aparecen de pronto para el que no sabe dónde están, y aquella tribu, que caminaba atropelladamente sería engullida por la oscuridad del pozo. En primera y segunda fila avanzaban los hombres de la tribu blandiendo sus lanzas. En la retaguardia, las mujeres, los niños y los enseres.
En su deseo por salvarlos, un anciano que vivía en aquella zona y conocía el terreno, empezó a gritarles:
- ¡¡Que hay un abismo ahí delante!! ¡¡cuidado!!
Pero la tribu, sin hacerle caso, le insultaba y despreciaba:
- ¡¡Cállate viejo!! ¿Qué sabrás tú?
Pero el anciano seguía llamándoles:
- ¿No habéis olvidado comida para el camino?
- ¡¡Calla, hombre, calla!! ¡¡Y lárgate de aquí!!
Viendo que no le hacían caso, y que era complicado que se detuvieran o dieran la vuelta, empezó a correr hacia ellos, como si fuera un toro que fuera a embestirles. Eso hizo que la fila de la tribu fuera saliéndose un poco del camino.  El anciano embestía y embestía, y la tribu, asustada, se curvaba y se curvaba para evitar el impacto. Tanto se esmeró, que trazaron una curva tan pronunciada que les permitió evitar el precipicio y por tanto su perdición.
La gente no se percató de ello y pensaban que había estado caminando en línea recta, así que le decían:
- ¡Ves, viejo estúpido, no existía ningún precipicio y nos estabas asustando en vano!.
Y se reían despreocupados.
También el viejo, una vez cumplida su misión, se reía feliz.
Por eso no debemos dejar de protestar por las injusticias, atropellos y corruptelas que veamos a nuestro alrededor y que nos hagan daño a nosotros, a nuestra gente o nuestra tierra. ¡¡Hay que seguir gritando!!.