Seguimos, estamos

Por Salvaguti

Que sí, que ya ha pasado todo un año, sí, con sus sábados y sus domingos, con sus fiestas de guardar, sí, todo un año, quién lo diría nos preguntamos. Y las páginas del calendario se suceden a velocidad de crucero, como embarcadas en el legendario y siempre actual Halcón milenario. Ya es 22 de diciembre, Día Nacional de la Salud, no nos ha tocado nada, y si nos toca un pellizco, un reintegro, lo que sea, lo rematamos en el Niño, pero no pasa nada, tenemos salud, estamos sanos. Claro que sí. Entre otras cosas porque hemos cumplido con algunos de los propósitos y enmiendas que anotamos en una lista. Esa lista que contemplamos cada mañana cada vez que entramos en la cocina. En la puerta del frigorífico, junto a esa dieta milagrosa que todavía no hemos comprobado si realmente lo es. Las dos hojas pegadas con imanes traídos de nuestros últimos viajes. Roma, helado y barroco, el Coliseo, qué bonito, y cómo se come. Londres, tan pop y tan húmedo, tan lleno de vida y tan caro, templada la cerveza. Miramos la puerta del frigorífico antes de buscar una loncha de jamon york o un yogur, desnatado, por supuesto, y sin lactosa, claro. El siguiente paso será el yogur sin yogur, ya hemos iniciado el camino. En fecha instalamos el portal y el árbol, todo en orden, aunque las piezas y las guirnaldas comienzan a mostrar los síntomas representativos de su edad. La sonrisa de los niños ya no es tan sonrisa porque los niños crecen, ya no son tan niños, y comienzan a tener otras inquietudes que, con bastante frecuencia, coinciden con nuestras inquietudes y desvelos. La adolescencia, esa etapa a la que Baudelaire le dedicó su más célebre obra. Tal vez la cosa no fue así, pero todos nos entendemos. Las navidades siempre han sido un tiempo de mucha política, mucha, y me refiero, en esta ocasión, a la familia política, claro. Y este año, lejos de ser una excepción, la política tendrá mucha más presencia. Nuestros Sánchez, Casado o Iglesias (Rivera ya no) se colarán en nuestros hogares con mayor insistencia y casi naturalidad, como se han colado y cuelan, con tanta fatiga, sí, fatiga, desde los ya muchos meses que llevamos sin Gobierno. También feliz Navidad a ellos, claro, pero que espabilen. La familia política, como cada año por estas fechas, se convierte en carne de memes. Sobre todo los cuñados, nos llegarán docenas de bromas y mensajes protagonizados por ellos. Comparto el humor, pero no el fondo, seré una excepción, pero tengo unos cuñados estupendos. La regla habla de las excepciones, pues eso. Los chistes de cuñados, si lo pensamos bien, han ocupado el lugar que durante años ocuparon las suegras, aunque a ellas les adjudicamos, además, un rol malvado, perverso y tenebroso, incluso. Es lo que tiene ser mujer, que cuando llueve te llueve el doble, por mucho que Monasterio, Rocío, la de los lofts y demás arquitecturas, diga lo contrario. A ella también le deseo feliz Navidad, faltaría más. Ha regresado la saga galáctica más célebre de la historia del cine, La guerra de las galaxias, y también han regresado las emociones de toda una vida, esperando y viendo estas películas. Aquella tarde de impaciencia, de nervios, en la larguísima cola del Cabrera Vistarama, con aquella pantalla Cinemascope, de la mano de mi madre. Recuerdos que siempre me acompañarán. Cuatro décadas después, repito el ritual, de la mano de mis hijos. Y se repiten las mismas emociones, idénticas, eléctricas, nerviosas y bulliciosas. La fuerza permanece intacta, nos sigue acompañando. Tal vez eso sea lo más importante y lo demás, todo lo demás, sean aderezos, aunque a todos nos gustan que los aderezos sean bonitos, y muchos si es posible. Nos gustan tanto que hemos confundido los aderezos con lo verdadero, y para muchos lo verdadero es tener una vida repleta de aderezos. En cualquier cosa, las cosas que nunca nadie podrá tasar siguen siendo las que más nos llenan. Y este tiempo es propicio para desempolvarlas y volverlas a sentir como si fuera la primera vez.