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Hay gente a la que uno se encuentra en la calle después de mucho tiempo de no verla y lo primero que pregunta es "¿Seguís escribiendo?". Quizá se deba a que esa gente lo conoce a uno por "escritor", consecuencia de haber publicado algún librito en un pasado reciente. Pero, ¿qué le hace suponer a esa gente que uno es escritor antes que lector?
Uno no es lo que es por lo que escribe sino por lo que lee. Lo sabía Borges y lo sabe cualquier escritor o aprendiz de escritor desde nuestro Tangamandapio hasta China. Lo que sucede es que la mayoría de la gente (y esa mayoría es la gente que no suele leer) no tiene idea de lo que significa escribir o de lo que implica dedicarse a escribir. En primer lugar, hay que saber que no existen los escritores que no leen, a pesar de lo que pueda decir un tipo al que conozco por haber escrito más libros de los que ha leído. Luego, hay que saber que, probablemente, la calidad del escritor se deriva de la calidad del lector. Es importante, entonces, ser un lector, porque eso es lo que dice lo que uno es, como dice Borges.
Lo de ser escritor es algo relativo. Se le considera escritor a Coelho, por ejemplo, y muy pocos saben que escritor de verdad es Marcel Bénabou, quien escribió un libro al que tituló Por qué no he escrito ninguno de mis libros. Aquí nomás, en nuestra aldeíta literaria, se le considera escritor a alguien que publica dos "novelas" seudopoliciales al año y no a quienes tienen escritos un par de buenos libros que, por circunstancias diversas, no han llegado a imprenta.
Pero el asunto es leer, y eso es a lo que nos dedicamos quienes, de vez en cuando, intentamos escribir. Porque la escritura es un capricho aparte y una actividad aparte, menos constante que la lectura y siempre subordinada a ésta. La escritura viene por añadidura, como dicen. Nadie que alguna vez haya pensado en escribir (excepto el tipo al que aludí antes) puede hacerlo sin saber que para eso es necesario haberse dedicado a leer. Uno puede pasar días, semanas y hasta meses sin escribir pero no puede sentirse bien si pasa un día sin haber leído algo, unas pocas páginas siquiera.
Es obvio que esto no lo saben quienes le preguntan a uno, con toda la inocencia del mundo: "¿Seguís escribiendo?". Pero sería gratificante que alguna vez alguien por la calle nos preguntara, de paso y sin mostrar demasiado interés: "¿Seguís leyendo"? Quizá hasta nos darían ganas de detenernos para empezar a hablar, de libros, del clima, de fútbol, o de cualquier otra cosa.
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