Segunda opinión: Nymphomaniac Vol. 2, excesos que destruyen

Por Cinéfilo Criticón @cinefilocritic

Con solo conocer el nombre del director me llegaba un rechazo mirar Nymphomaniac, más cuando descubrías que la obra completa dura 4 horas. Sin embargo, algo interesante a sucedido en mi ausencia por las salas de cine. Descubrí el documental ‘Life Itself’, donde vemos los últimos días del gran crítico de cine Roger Ebert. En ella existe una entrevista con Richard Roeper y recuerda una anécdota con Ebert que le decía que no juzgará una película antes de mirarla y que debemos de darle la oportunidad para sorprendernos. Resulta tan obvio, sin embargo estaba cometiendo ese error con todo lo que veía en cartelera.

Nymphomaniac es todo un reto porque el rechazo es inmediato, desde los promocionales que no dejan nada a la imaginación, los tráilers, la música asfixiante de Rammstein. No se veía por ningún lado una pizca de placer, que por cierto a cada rato te lo echaba en cara. De todas formas le di una oportunidad y el volumen 1 me atrapo, llegue a entender la situación por la que atravesaba Joe (Charlotte Gainsbourg), inclusive sentí simpatía cuando aún en su momento más doloroso a lado del cuerpo fallecido de su padre, no logra contenerse sus impulsos.

El primer volumen termina con el descubrimiento de que Joe ha perdido su sensibilidad ante nada más y nada menos que Jerome (Shia LaBeouf). Así es, después de tantos encuentros cercanos del tercer tipo con tantos hombres, de nuevo regresamos con el mecánico. Y esta vez logran tener un hijo, pero eso no le viene bien a Joe quien detestaba a su madre, por lo que su amor maternal se pierde ante su adicción que cada vez busca placeres más extremos.

Lo que sigue es quizás para muchos incomprensible, porque literalmente Joe busca la asistencia de un sadomasoquista. Es así que tenemos un paquete de escenas crueles, que con toda calma ilustra Lars Von Trier y hasta contrasta con el salvajismo al que nos tenía acostumbrados. Están leyendo bien, porque aún cuando el acto resulte ser doloroso, el verdugo Sr. K (Jamie Bell) implementa reglas que caen en lo civilizado.

Es entonces donde la película plantea el hecho de que la naturaleza de ciertos individuos con necesidades de satisfacción distintas, tenga que reprimir sus instintos o en este caso encontrar métodos en donde permanezcan anónimos y sin llegar a ser blanco de las leyes de moralidad. Después de todo, el Sr. K no está obligando a las damas a someterse a sus placeres; van por voluntad propia.

Pero nuestro interés está en Joe, quien busca castigarse por todos los actos cometidos, todas sus desviaciones y de plano de su propia voraz naturaleza. Las escenas con el Sr. K pueden ser extremas, si no entendemos que es una mujer desesperada por sentir y que ha llegado a un punto donde su físico y hasta su matrimonio son desechables. A ese temible grado.

Es en la mitad de la película donde encontramos lo más interesante de la obra de Von Trier, y que debió de haber encontrado un punto final sin descarrilarse con subtramas de mafiosos.

Cuando Joe es obligada a tomar terapia y seguimos su proceso de supuesta rehabilitación, descubrimos que la represión le causa un dolor mayor. Que por más que lo intente, ella será la misma Joe que busca exprimir cada segundo de luz del Sol. Lamentablemente, al no ser aceptada por la sociedad tiene que buscar métodos alternos para vivir, y que mejor que disfrutar tu trabajo haciendo lo que más te gusta.

De aquí en adelante la película se derrumba, con la excepción de la escena de un pedófilo el cual debe de ser reconocido por no hacer caso de sus instintos, el resto se degenera al punto destrucción masiva. La introducción de P (Mia Goth) solo contribuye a detestar una obra que se extiende al punto de quiebre, las razones para su relación con Joe son tan caprichosas como la de su amor por Jerome.

Tampoco con lo anterior significa que buscaba un final tipo Hollywood. No soy tan ingenio para no saber que clase de cine estoy mirando, es solo que no había razón de llevar la trama de Joe a niveles extremos. Me dio gusto que se planteara la posibilidad de rehabilitación, su aceptación como persona y hasta su camino a la perdición lo llego a tolerar, pero otra casual aparición de JEROME y magnificado por la estúpida P, resulta el filme tener un final imperdonable.

Lo peor esta en la conclusión del señor Seligman (Stellan Skarsgård), de quien cuando se confiesa su virginidad esperaba que no se llegará a lo obvio. Se tenía una oportunidad de redención, hasta Von Trier se da el lujo de crear un contraste entre quien ha tenido demasiado y otro a quien a optado por la castidad; y su miserable clímax con tal de salirse de lo ordinario termina con una mendiga pistola.

En lo general es una obra que logra equilibrarse entre sus aciertos y errores. Indudablemente se hubiera beneficiado de un tiempo reducido, además de una ambición más limitada que lograra tener un final más conciso, creíble y sensato para Joe.

No voy a defender los excesos de Lars Von Trier en el aspecto visual, fue su elección, y aunque a veces logra justificarlos, en otras como su final, se vuelve un intento por buscar el impacto en la audiencia. Creo sinceramente que su obra al final terminó por devorarlo y no culpo que tanto la crítica especializada o festivales de cine, no le hayan encontrado el chiste o tan siquiera arte.

No puedo hacer un juicio de lo trascendental que significa Ninphomaniac en la historia del cine, lo que puedo hacer es celebrar esa audacia por involucrar temas tabú, aún cuando los métodos son demasiado cuestionables para el cinéfilo humilde de fin de semana.