Con la ruta que hicimos ayer por la Sierra del Rincón conseguimos un doble propósito. Por un lado me quité la espinita de terminar la ruta que tuve que abandonar en noviembre del año pasado por la avería en la rueda trasera. Por otro lado, pudimos establecer el primer punto de control para ver nuestro estado de forma a un mes de los diez mil del Soplao.
Valdepeñas de la Sierra
Cinco meses después nos volvíamos a ver en la plaza de Valdepeñas de la Sierra, ya en la provincia de Guadalajara.
Esta vez Jose Pablo y un servidor podrían disfrutar de la compañía de Chema, un experto en las rutas de este calibre. Por delante teníamos más de ochenta kilómetros y unos dos mil cuatrocientos metros de desnivel, lo que viene a ser aproximadamente la mitad de lo que nos vamos a encontrar en El Soplao el próximo 21 de Mayo.
Unos cafés con leche en el bar de la plaza, una visita rápida al baño y a la bici. Eran las 10:05 de la mañana y el tiempo acompañaba.
El primer tramo discurre por carretera hasta Alpedrete de la Sierra, donde abandonamos la comodidad del asfalto para pasar a un camino empedrado que pondrá a prueba la calidad de nuestros empastes. A Chema le tocó volver sobre sus rodadas para recoger las herramientas de la bolsa del sillín, que se le han ido cayendo porque se le abrió la cremallera con el traqueteo. Estábamos en el punto más bajo de la ruta, con 811 metros de altitud.
Un pequeño repecho nos lleva directamente a unos bonitos paisajes, que pudimos disfrutar hasta el kilómetro 11,5. Ahí apareció ante nosotros una bifurcación que no recordábamos de la vez anterior.
Elegimos tomar el camino de la izquierda y, aunque no era la ruta original, pudimos seguir disfrutando del camino y sus espectaculares vistas a pesar de meterle algún kilómetro de regalo. Dos kilómetros después volvíamos a la ruta original.
El Atazar
En el punto kilométrico 18,5 llegamos al pueblo del Atazar. Ese día había concentración motera, así que paramos un rato a estirar las piernas y contemplar las bonitas máquinas que se gastaban algunos.
Ya fuera del pueblo, en el kilómetro veinticuatro, llegamos al Río de La Puebla (o Riato, que no me queda muy claro). Paramos un momento para disfrutar de la presa que el ICONA construyó en 1981 para evitar las crecidas del río, aprovechando que el agua rebosaba. Unas cuantas fotos, algún que otro chascarrillo y a las bicis de nuevo.
Y entonces empezó el calvario: dieciséis kilómetros de subida hasta la peña de la cabra.
Como ya os conté el ascenso hasta este pico en la entrada anterior no entraré en detalles. Sólo comentaros que, una vez más, JP fue el más fuerte y consiguió subir hasta la cima sin bajarse de la bici. Yo me noté mejor que la vez anterior, pero tuve que echar pie a tierra a pocos metros de la cima (aunque menos que la vez anterior). Chema también llego bastante tocdo. El Soplao pinta mal...
En lo alto de la cima corría mucho aire para pararnos a comer, así que bajamos un par de kilómetros para dar cuenta de nuestros manjares resguardados tras una caseta de telecomunicaciones. Una vez más, el fiambre de JP fue el protagonista. Chema tiró de empanada de picadillo y yo tuve que conformarme con un par de sandwiches de pavo. Siempre ha habido clases, qué se le va a hacer. Cualquiera diría que yo soy el gordo del grupo 😀
Una vez comidos reanudamos la marcha por el tramo de carretera en el que tuve que abandonar la vez anterior. De aquí en adelante todo sería nuevo para mí. Yo sólo pensaba en lo dura que había sido la subida hasta la peña y esperaba no encontrarme más subidas de ese estilo. Una bajada por asfalto hasta el kilómetro cuarenta y tres nos pondría los dientes largos y nos dejaría con ganas de más cuando nos desviamos a la derecha para volver a nuestras pistas de tierra. Aprovechamos a rellenar bidones en una fuente con abundante agua, arriesgándonos a pillar la cagalera de nuestra vida 😀
Tras subir un par de repechos (durillos a estas alturas) llegamos al kilómetro cincuenta, punto en el que empieza una bonita bajada por pistas forestales que nos complicaría la vida un poco...
El (los) pinchazo(s)
Después de seis kilómetros de bajada llegó la sorpresa: había pinchado en la rueda trasera. Lo cierto es que estoy bastante desesperado con las ruedas últimamente. Cuando no se aflojan los radios (llevaba flojos un par de ellos antes de salir, por cierto) te llevas sorpresas en forma de pinchazos. La cubierta es una Maxxis Crossmark
Líquido antipinchazos Slime
Dos kilómetros y medio después toco parar de nuevo porque el pinchazo era muy grande. Tocaba hacer magia con el kit reparador de pinchazos Sahmurai SWORD. Iba a ser su debut, pero... ¡no llevaba las mechas de caucho para reparar el pinchazo!. Tocaba desmontar el tubeless (con todo su líquido dentro) y poner la cámara de reserva. Sobra decir que el proceso fue asqueroso, con todo el líquido chorreando y dejándolo todo perdido.
Minutos más tarde reanudamos la marcha. Era cuesta abajo de nuevo, así que rodamos rápido... Hasta que tuvimos que parar de nuevo. La cámara estaba rota (o pinchamos de nuevo, no lo se) y aquí ya tocó la heroica: montar una cámara de 27,5 que me dejó Jose Pablo. Era el último cartucho. Gastamos las dos botellas de CO 2 hinchando la rueda y, aún así, no quedó hinchada del todo porque nos dio miedo reventarla.
Por si las moscas decidí bajar a toda pastilla hasta el desvío del Atazar. Si la cámara no respondía podría quedarme allí y que viniesen a recogerme. Bajé tan rápido que hice el octavo mejor tiempo de la general en Strava :-D. Nada mal si tenemos en cuenta que iba con una rueda deshinchada y que tuve que pararme para pasar por una barrera que estaba cerrada...
Últimos kilómetros por la Sierra del Rincón
En el desvío del Atazar evaluamos la rueda y creímos conveniente continuar la ruta. Ya sólo quedaban dieciséis kilómetros de "falso llano", como dice Jose Pablo, y un par de repechos puñeteros.
Justo al empezar a subir el primero de esos repechos (la bajada en la que tuvo que parar Chema por la mañana a recoger los bártulos perdidos) me doy cuenta de que Chema y Jose Pablo no vienen. Llamo por teléfono a JP y me dicen que en la bajada Chema ha sufrido un reventón y han tenido que cambiar la cámara. Otro contratiempo más. Con esta ruta no tengo suerte...
Para hacer tiempo decido subir andando, hasta que llego a Alpedrete de la Sierra y decido esperarles junto a la fuente. Poco después llegan a la plaza y, tras refrescarse un poco, afrontamos el último desnivel por carretera hasta nuestro punto de partida.
Llegamos a Valdepeñas de la Sierra tras siete horas de movimiento, ocho mil calorías consumidas (es lo que tiene pesar ciento diecinueve kilos) y dos mil cuatrocientos metros de desnivel acumulados.
Las conclusiones: que en el Soplao vamos a sufrir muchísimo.
El fin de la ruta tuvo lugar en el Bar Manolo, en Patones de abajo. Unas buenas cervezas y unas hamburguesas (a las que nos invitó Chema) nos devolvieron a la vida.
Por fin me quité la espinita de terminar esta ruta. Aunque muy bonita, no tengo muchas ganas de volver en un tiempo :-S
Podéis ver más fotos de la ruta en el álbum de Facebook.