Y entonces llega mi amiga, una de mis mejores amigas, que ha tenido recientemente su segundo bebé. Y me cuenta que es un bendito, que a sus quince días sólo come y duerme, que puede seguir jugando con su otra hija como siempre porque de momento el bebé no da un ruido. Que la niña no tiene celos porque de momento apenas ha notado el cambio ya que el bebé no es nada demandante. Y que ella se encuentra fenomenal porque el parto, igual que el anterior, fue buenísimo y rápido.
Y yo alucino. Todo lo que dice me lo creo, sé que es verdad porque es ella quien me lo cuenta. Y alucino porque está todo tan lejos de cómo lo imagino yo…¿Seré muy quejica?
A un mes escaso del nacimiento de los bebés, ya están los tres niños malos con un par de itis. Además los recién nacidos tienen muchos cólicos y no les dejan descansar nada. El hermano “mayor” no lo ha asumido demasiado bien y ha vuelto a hacerse pis, de modo que han vuelto a ponerle el pañal. Y para rematar, la madre, que ya tuvo depresión postparto con su primer hijo, y tras estar más de un año en tratamiento, vuelve a estar mal.
Vaya, una situación nada envidiable. Cómo se puede complicar todo!
Por último un caso creo que bastante atípico. Se trata de unos conocidos que tienen también un hijo de dos años y acaban de tener a su segundo hijo. La particularidad es que temporalmente y por motivos laborales el padre trabaja en otra ciudad, un poco lejos, por lo que pasa fuera la semana y está en casa sólo el fin de semana. Por si esto no pusiera las cosas difíciles, no le es posible tomarse el permiso de dos semanas por paternidad, así que se quedará la madre “sola ante el peligro”. Y para ya dejar a cualquiera con la boca abierta, por razones que no viene al caso detallar, la madre se tiene que incorporar al trabajo inmediatamente, cuando el pequeño tenga a penas diez o quince días. En este caso el tener/querer/poder se mezclan en puzzle complejo donde es difícil ver los límites, cada uno debe valorar y sopesar sus circunstancias. A mí me parece un poco triste, desde luego una dura prueba para la familia, especialmente para el bebé y su madre, y una pérdida, porque este momento pasará y lo habrán perdido para siempre. Pero...a veces las cosas vienen como vienen.
En definitiva, no hay dos partos iguales, ni dos postpartos, como no hay dos niños ni dos familias iguales.