La seguridad que ofrecía el Sistema hace unos años se ha convertido en precariedad. La sociedad del riesgo somete al individuo a unas condiciones de vida que son cada vez más degradantes e inhumanas debido al aparato tecnológico y también a la precariedad cada vez mucho mayor en el trabajo.
La sumisión del individuo al trabajo precario y al trabajo asalariado en general lo condiciona, dejándolo sin respuesta efectiva ante las injusticias cometidas por el Sistema y haciéndolo dependiente de una máquina que no puede controlar. Las posibilidades que tiene el individuo son perecer dentro de la máquina aun garantizándose la supervivencia (dentro de unos límites espaciales y temporales) o sobrevivir fuera de ella a condición también de sucumbir poniendo en peligro su existencia. La cuestión se reduce al tiempo de vida que ofrece el Sistema entre una opción y otra.