El proyecto sigue una experiencia similar realizada el pasado en el IBMP, en el que participaron seis voluntarios. En esa ocasión, el experimento duró 105 días, la quinta parte del actual. Una de las mayores incógnitas de una eventual misión tripulada a Marte serán los efectos psicológicos del aislamiento. La experiencia tendrá como objetivo reunir información crucial sobre el estado mental y físico de los participantes. Los voluntarios son sometidos a pruebas y entrenamiento en Moscú antes de la selección final de esta expedición. "El mayor riesgo de este tipo de aislamiento es psicológico", ha dicho el investigador Alexander Suvorov, que dirige el experimento en el IBMP. "Por supuesto, las reacciones entre el personal no serán siempre armoniosas, algunos se llevarán bien con los demás y otros no. Pero la prioridad es poder llevar a cabo tareas a pesar de esto".
Los voluntarios tendrán su día dividido en ocho horas de sueño, ocho horas de trabajo y ocho de ocio. Un equipo de tres pasarán un mes a bordo de un módulo especial destinado a representar a la nave que aterrizará en Marte, mientras que otros dos pasarán el tiempo explorando una reconstrucción de Marte. La idea es imitar exactamente la escala temporal de una misión marciana; 250 días de viaje de ida, 30 en la superficie y 240 de viaje de regreso.
"Estoy haciendo esto, sobre todo, porque ha sido mi pasión desde que era joven", afirma uno de los candidatos, Jerome Clevers, un belga de 28 años. Para el francés Romain Charles, de 30, lo más difícil será el interrumpir el contacto con "la novia, la familia y los amigos", y también "el sol y el aire fresco". El módulo no tendrá una ventana.
La dieta será la misma que la que toman los astronautas de la Estación Espacial Internacional. Eso sí, como es lógico, la tripulación recibirá la comida al principio del experimento, y luego tendrá que racionar los suministros. "Esta misión puede carecer de la gloria de una viaje espacial real, pero será igual de difícil", afirman desde la ESA.
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