Aún no acaban de dejar los Reyes sus últimos libros bajo el árbol cuando me pongo a pensar en los que quedan por llegar en los próximos doce meses. Pero la vida del lector compulsivo es así: pasas página pensando en la siguiente y llega un momento (lo confieso) en el que ni siquiera eres capaz de profundizar en lo que lees, tal es tu gula de palabras.
Entre las novedades que me apetece leer el año próximo está, en primer lugar, Diario de invierno, de Paul Auster (Ed. Anagrama), una especie de flashback prolongado en el tiempo sobre la propia vida del autor, que nos deja en este volumen algunas de las escenas que marcaron su vida, desde un accidente infantil mientras jugaba al béisbol hasta sus ataques de pánico o la primera experiencia sexual con una prostituta, pasando por la descripción de las veintiuna habitaciones en las que ha vivido a lo largo de su vida o el inevitable recuerdo de sus padres. Imposible no clasificar, pues, como autobiográfico, este nuevo título de quien medio universo literario considera poco menos que un tótem de la tecla.
Claro que a veces no basta con leer a un grande para hacerte grande tú. Me temo que el crecimiento por ósmosis aún no se ha inventado. Ni siquiera el pseudoaumento por imitación. Pero hay veces que leyendo las páginas adecuadas puedes aprender algún truco. Es lo que pretendo con Un arte espectral. Reflexiones sobre la escritura, el libro de Norman Mailer que BackList publicará también en breve. Si con esto no consigo el "Progresa Adecuadamente" prometo retirarme y dejarles tranquilos.
Y como a veces el dolor ajeno es la mejor manera de curar el desgarro en carne propia no me resisto a hincarle el diente a El hijo (La Esfera de los Libros), la obra del director de ópera Michel Rostain con la que ganó el Goncourt 2011 a la mejor ópera prima. Un retrato duro sobre el duelo que provoca la pérdida de un hijo, basado en hechos reales.
Como buena aprendiz de cultureta, también me apunto en la lista del "debe" lo último de Enrique Vila-Matas, Aire de Dylan, y Claraboya, el libro perdido de José Saramago que el Nobel no quiso ver publicado en vida. Está claro que ser un genio es una jodienda: no te respetan ni muerto.
[Publicado en Diariocrítico].