Siempre me habían maravillado las fotos de Instagram, pero, pese a varios intentos, nunca pude tener una cuenta allí que fructificara. Primero porque no tenía un móvil con capacidad suficiente para soportar la aplicación y segundo, porque no tenía entorno para hacer fotos chulas. Entiéndaseme, las fotos de instagram que yo hago son rápidas, de momentos, de lugares, no las preparo ni las pienso. Ergo, se necesita un lugar que se adapte a esa rapidez, que sea bonito a primera vista, que llame la atención sin disimulos ni remilgos. Por supuesto, las fotos preparadas y pensadas quedan aún más geniales en un sitio así, pero para lo que me permite la cámara de mi teléfono (que ni flash tiene), estoy bastante satisfecha con estos primeros seis meses como
instagramer. Fotografías que son reflejo también de mis días, de la historia que he vivido en estos meses, de los momentos, de los recuerdos. Ese era el proyecto al iniciarlo y, poco a poco, lo he ido consiguiendo.
El río, siempre presente
El horizonte, no hay otro
Lujos cotidianos
Madrugar y ver amanecer de nuevo en ella
Siempre Lázaro
Tente, necio
El gótico sobre nuestras cabezas
El Nido
Cuartos de baño que lo molan todo
Postales
Reencuentros en O'Hara's
Llegó la primavera
Aunque en ella, la preciosa, siempre es mayo
Michael, nuestro hombre del violín
Feria del libro, aquel día de esta entrada
De repente, Ismael (con faltas de ortografía)
La cúpula de los recuerdos
Armonía
El cielo de cristal
Piedra dorada
Un día en el pueblo
Hay, y habrá, espero, muchas más. Como ésta, de esta misma mañana:
Bajo la lluvia de julio y el paraguas, al mal tiempo, buena cara