Hay muchos lugares en nuestros viajes que se consideran tan solo lugares de paso. Puertas de entrada a importantes atractivos turísticos o lugares donde hacer noche y seguir el camino. Pero a veces esos sitios se revelan como poblaciones encantadoras, acogedoras, con ciertos elementos que hacen que te sientas muy a gusto; tanto que tiempo después, cuando las recuerdas, lo haces con cariño. Es un tema donde entran en juego las expectativas y la experiencia particular de cada uno. De ahí que los días que pasé en Selçuk, considerada tan solo la puerta de entrada a la ciudad antigua de Éfeso, hicieron que mi opinión fuera más allá: me resultó una de las paradas más tranquilas y geniales de todas las que disfruté en mi viaje por Turquía.
Cuando llegué a la estación de autobús situada en mitad de la pequeña ciudad, pronto me di cuenta de que no era demasiado grande. Como otras veces, intenté llegar andando al hotel. En un primer momento, me perdí y volví atrás, donde por fin di con la zona más céntrica de Selçuk y utilicé el recurso más cómodo en general y más en Turquía, donde todo el mundo está dispuesto a ayudarte siempre (al menos en mi experiencia): preguntar a la gente. Así, tras una cuesta y un desvío, llegué al hostel donde me alojaba: Anz Guest House.
Me recibió su dueño, un hombre mayor y seguramente con la mayor sonrisa de toda la zona. Me puso colonia en los brazos y ofreció caramelos, ya que llegué a Selçuk el día en que se acababa el Ramadán. Como me explicaría más adelante su hijo, en otras zonas de Turquía se celebraba en las calles y por todo lo alto, pero donde yo me encontraba en ese momento, la fiesta tenía un carácter más íntimo.
Tras este dulce recibimiento en la ciudad, me encaminé a recorrer la zona más céntrica y situarme en el destino; cosa que resolví pronto. Hay fundamentalmente cuatro zonas animadas, aunque pequeñas dentro de la urbe: en torno a la estación de autobús, hecho que deja claro que esta es puerta de entrada a lugares interesantes; la zona posterior, con muchos hoteles también y terrazas donde cenar y disfrutar del ambiente; la plaza central, con zonas ajardinadas y muchos restaurantes; y los alrededores de la mezquita Mezquita de Isa Bey, uno de los atractivos del lugar, que además se puede visitar gratuitamente.
El otro atractivo destacado en la propia ciudad es la Basílica de San Juan Apóstol, cuya entrada tiene un coste y por eso yo deseché, y que está supuestamente en el mismo lugar donde está la tumba del discípulo de Jesús. Además, a lo lejos, se puede ver el castillo de Selçuk, una fortaleza bien conservada e imponente ahora cerrada al público.
Visitas en Selçuk
Maravillarse con Éfeso
Cierto es que Selçuk, además de ser un lugar encantador, tiene visitas muy interesantes a su alrededor y si no fuera así, quizás nunca hubiera llegado allí. La primera que realicé, como no podía ser de otra manera, fue Éfeso, quizás la ciudad antigua de Turquía más popular y sin duda, uno de los momentos más especiales del viaje.
Para llegar, es tan sencillo como acercarse a la estación de autobús y sacar tu tique. Una vez allí, recorrí, intentando empaparme de los monumentos que la compusieron en el pasado, los restos de esta ciudad antigua y volví, algo cansada y completamente satisfecha, a la que ya por entonces comenzaba a considerar “mi casa”. Me esperaba en el hotel una genial conversación, tras una cena en solitario de la que disfrutaría gracias al ambiente de una ciudad viva.
Si queréis profundizar un poco más en esta visita, os invito a leer mi post sobre Éfeso, un viaje a la Antigüedad en Turquía.
Completar la visita con el Museo Éfeso
Otro de los posibles planes que puedes hacer en la misma ciudad de Selçuk es ir al Museo Éfeso, un espacio cultural donde recogen algunas de las piezas u objetos de la ciudad antigua que no se han conservado en el emplazamiento original. En él se puede visitar una sala especialmente dedicada a la diosa Artemisa, donde destacan dos grandes estatuas, y también los patios, llenos de esculturas que llaman mucho la atención.
Visita al pueblo de Sirince – Selçuk
Quizás este fue otro de los motivos por los que Selçuk me resultó un lugar encantador. Podía haber hecho otras visitas a la playa o a la Casa de la Virgen María –pequeña iglesia donde según la tradición, Juan el Evangelista llevó a la Virgen María después de la crucifixión de Cristo- pero ambas me resultaban muy turísticas. Quería algo más tranquilo, dedicarme simplemente a pasear y conocer otro rincón de esta zona de Turquía. Y el pueblo de Sirince fue un acierto total.
Encaramado en una colina y rodeado de frondosa vegetación, solo el camino fue una excursión interesante. Tras una larga pendiente y bastantes curvas, llegamos a destino, un pueblo genial de fachadas blancas y balcones de madera. En esa cuidada estética, influye el hecho de que sus habitantes fueran en muchos casos de origen griego. Si a estos interesantes elementos, añadimos flores, los árboles y el ambientazo, podemos hacernos una idea de qué interesante fue esta visita.
El pueblo es pequeño pero su tradición comercial y su vino –que no llegué a probar- hicieron que el lugar estuviera a rebosar. Di un paseo por los puestos, aunque como siempre no comprara nada y me agobiara un poco. Seguí paseando, cuesta arriba, cuesta abajo, hasta aprovechar para poder perderme por uno de los extremos del pueblo y disfrutar de la paz de este pequeño rincón turco. Es increíble como saliéndote un par de calles de un lugar lleno de turistas puedes disfrutar de una tranquilidad máxima.
Tras llegar de esta visita, volví al hotel –en este caso, el Jimmy’s Place, pues me había cambiado en busca de una piscina, ya que hacía un calor terrible- y me di un buen baño. Me encontré con un chico que había conocido en Capadocia y cenamos a modo de despedida. Recordaba entonces un cartel del alojamiento en el que se casi rogaba al viajero que reparase en los atractivos de Selçuk más allá de Éfeso y sus visitas. Yo lo hice; lo prometo. Y no hay mayor prueba que la sonrisa con la que hoy lo recuerdo.