Era de noche, la mar estaba bravía y sólo los truenos acallaban los llantos de la bebé que iba a bordo de la barca que Sergio manejaba.
Como su padre, estaba preocupado por la pequeña, pues andaba perdido y sin rumbo con el destino indefinido.
El oleaje era salvaje y les golpeaba con fuerza desmedida. Sergio se hallaba horrorizado ante la idea de que la barca volcase.
A su mente acudía el recuerdo de su difunta esposa, Natalia. La mataron frente a sus ojos sin que él pudiera hacer nada para evitarlo. Las lágrimas brotaron como puños de sus ojos.
Jamás había manejado una barca antes, pero fué la única salida de escape que encontró. El vendedor le dió unas instrucciones básicas de navegación.
El recuerdo de las patadas de su hija desde el vientre de Natalia le hicieron romper a llorar nuevamente.
De pronto, un haz de luz apareció en la lejanía y Sergio sonrió lleno de esperanza. Viró la barca en su dirección. La bebé pareció percibir su tranquilidad, pues dejó de llorar por fin.
Las olas seguían siendo tremendas enemigas, pero al menos el faro estaba cada vez más cerca.
Llegaron de milagro a tierra y Sergio desembarcó, cogiendo a su bebé en volandas y abandonando la barca en la playa. Lo primero que quería hacer era agradecer al farero su trabajo, porque sin su guía, no sabía qué habría sido de ellos.
Renqueando y caminando exhausto, llegó al faro y para su sorpresa éste estaba apuntalado. No podía ser. Dejó a su bebé en el suelo y comenzó a arrancar los tablones de la puerta…algo en su interior le llamaba a hacerlo.
Cuando hubo terminado y dando un par de patadas finales, la puerta de la entrada, cedió.
El olor que salíó del interior le era familiar, pues era del mismo perfume de rosas que su mujer utilizaba.
Ya no había dudas. Natalia les había salvado desde el más allá.
Ahora lo tenía claro. Su guía, su faro, siempre será su bebé, su hija…Selina.
FIN