Esta última semana de colegio, mis pequeños retoños han hecho gala de sus dotes artísticas en los múltiples conciertos navideños en los que han participado. Entre el colegio y la escuela de música, a la que van algunos días a la semana, esta semana mi agenda de conciertos ha sido de lo más intensa. Villancicos en castellano, en catalán, en inglés, daba igual el idioma. El mensaje, lo importante. Voces elevadas al cielo, sonidos angelicales, sonrisas de orgullo, ceños fruncidos de concentración. Aplausos, instrumentos imposibles, gestos reforzando mensajes de paz y amor. Y mamá, cámara en ristre, inmortalizando todos y cada uno de esos momentos únicos. Momentos en los que el tiempo se detiene. Instantes en los que las prisas, las angustias, los miedos, desaparecen. Se borran de un plumazo. El mundo se para. Sólo existen ellos. Los niños. Cantando, sonriendo, interpretando, orgullosos, lo que han aprendido a lo largo del año. Momentos en los que te das cuenta que vale la pena todo lo demás.