CENTAUROS DE INSTITUTO
Se supone que Jonah Hex es un tipo rudo que refleja el lado más oscuro y desesperado de la naturaleza humana, pero eso solo es en apariencia. Hex tiene la cara desfigurada, viste un harapiento uniforme del Ejército Confederado y permanece en un estado de encabritamiento continuo, por lo que el espectador percibe que va a aniquilar a todo bicho viviente, pero en lugar de eso se hace amigo de un perro. La película es una perturbadora historia de venganza donde el protagonista va y consigue una mascota. El filme se esfuerza en suavizar su propio material elaborando una relectura inmadura de los convencionalismos del western, y dotando a la estética y a los personajes de un tratamiento de cómic de superhéroes, en el peor de los sentidos. Es como si alguien se hubiera asustado ante el verdadero potencial que posee el filme y hubiera pensado en reorientarlo para un público adolescente. La película, en definitiva, pierde continuamente el tono, toma las decisiones equivocadas y tiene un montaje de lo más trágico.
LA MALDICIÓN DEL ESCORPIÓN DE JADE
Desastroso título para una película con bicho, primero porque el 3D al que hace mención es bastante borroso y deslucido, y segundo porque el bicho en cuestión es un escorpión gigante, y eso no es lo que a alguien con unos mínimos conocimientos en biología le viene a la cabeza al leer la palabra “anfibio”. Brian Yuzna (Re-animator, El dentista) nos trae a Sitges una propuesta rancia y polvorienta, donde existe el intento consciente de realizar una cinta de serie B a la antigua usanza, un reto que el directo afronta sin talento, sin ganas, sin sexo y casi sin gore. Durante los primeros minutos del metraje vemos el único semidesnudo del filme, algo que el público celebró con entusiasmo, pero luego todos los asistentes caímos presas de un estado de apatía total por culpa de una película sosa, anémica y sin ningún tipo de subrayados interesantes. Al final, cuando el monstruo por fin es derrotado, el desinterés era tan generalizado que nadie aplaudió, y eso que en un festival como el de Sitges se celebran hasta los anuncios.
MASAJE CON FINAL FELIZ
Takeshi Miike (Audition, Ichi the Killer) no falta a su cita anual en el festival de Sitges, y lo hace más comedido que nunca, con una obra que conjura modernidad y clasicismo y que se ha llevado el gran premio del público. La trama se basa en una película de los años 60’s que retrata el Japón feudal y gira alrededor del shogunato y los samuráis. Al principio presenciamos un par de rituales de suicidio que sorprenden por la prudencia con que están filmados, porque Miike opta por dejar fuera de encuadre la parte más sangrienta de dichas escenas, lo que desconcierta viniendo de un realizador que se ha ganado el adjetivo de polémico a pulso. Pero tranquilos, los fans del Miike más canalla también están de enhorabuena, porque 13 Assassins es lo más parecido a un “masaje con final feliz”. Todo este autocontrol y moderación del que hablábamos se salda con una media hora final en que los 13 protagonistas del título se enfrentan a un ejército de 300 soldados, y donde la sangre brota a mansalva y las calles se llenan de cuerpos cercenados. Lo mejor de todo es que Miike realiza el hiperbólico clímax sin que el conjunto se resienta por ello, así que estamos ante uno de los peliculones que había que ver este año en Sitges.