**Por Enrique Sancho
Redoblan los tambores que rompen el silencio, palpitan las llamas de los velones, arrastran los hábitos sobre los pies desnudos, flirtean las sombras de las tallas centenarias sobre los milenarios muros de la ciudad... Parece un momento sublime, y lo es, pero es solo uno más de los muchos que se viven en Viveiro durante la Semana Santa. Lo ha hecho posible uno de los 40 pasos distintos que en 15 procesiones hacen desfilar las ocho cofradías de esta villa lucense. Y así lo llevan haciendo desde 1214 cuando se fundó la primera de estas cofradías como la Venerable Orden Tercera Franciscana.
También los pasos se encuentran entre los más antiguos de España, muchos de ellos de autores desconocidos pero con un gran valor artístico, tanto en la orfebrería como en la imaginería; sobrios, serios, a veces dramáticos, como toda la celebración de este antiguo burgo medieval, que se realiza con gran fervor y respeto a la tradición.
En Viveiro la Semana Santa se vive con pasión y no se trata solo de una frase fácil, en ella se implica la totalidad de sus habitantes que, de una forma u otra, participa en las celebraciones. Lo hacen con fuerza, con intensidad, con entusiasmo, con el mismo ímpetu que en julio demuestran en la 'rapa das bestas' o en agosto en la 'romería do Naserio'.
Y es justamente esa pasión de las gentes de Viveiro lo que hace esta Semana Santa tan especial, lo que hizo que en 1988 se le concediera el título de Fiesta de Interés Turístico Nacional y la que, probablemente, le permita ser declarada de Interés Turístico Internacional en breve.
Pocas localidades gallegas viven la Semana Santa con el recogimiento y el fervor con que lo hace Viveiro. A lo largo de los tiempos, esta villa marinera supo mantener esta celebración con todo su esplendor. Decenas de miles de personas acuden cada año a este lugar para seguir en directo las numerosas procesiones que recorren las estrechas calles de la ciudad del Landro y, además de participar en las celebraciones religiosas, poder admirar la rica imaginería que se exponen en las distintas procesiones y que guardan un gran valor histórico-artístico.
Cada una de las procesiones que tienen lugar durante diez días tiene su atractivo especial, pero vale la pena destacar los Víacrucis de mujeres y de hombres que tienen lugar el martes y el miércoles, respectivamente, y la gran procesión de la Última Cena, el Jueves Santo, desde la Iglesia de san Francisco, organizada por la Venerable Orden Tercera y que incluye los pasos La Cena (1808), de Juan Sarmiento, cuyos modelos fueron marineros de San Cibrao, la Oración del Huerto del siglo XVII perteneciente a la Escuela Gregorio Hernández, La Flagelación, imaginería de José Tena de 1908 también conocido como El Cristo de la Columna, el paso del Ecce Homo o Cristo de la Caña y la Virgen de los Dolores, talla anónima de 1741, vestida con una impresionante túnica y manto procedente de Manila y que sólo luce en esta procesión, aunque la talla sale en otras con distinta vestimenta. Además está la extraordinaria del traslado de Nuestra Señora de la Clemencia.
Pero el día grande es, sin duda, el Viernes Santo. Y es necesario madrugar porque a partir de las 7 de las mañana tiene lugar El Encuentro en la zona antigua de la ciudad, uno de los actos más emotivos que con imágenes articuladas representa el camino del calvario de Jesucristo; luego están las procesiones de El Desenclavo y Santo Entierro, que representa el descendimiento de la Cruz, para dar paso a la procesión del Santo Entierro; la Última Cena, con los pasos de la Cena, Huerto, Ecce-Homo, el Nazareno y la Dolorosa; la Pasión, con los pasos de El Prendimiento, Las Siete Palabras, La Piedad y María al pie de la Cruz; Os Caladiños, que invita a la oración y al recogimiento, en la que el pueblo entero acompaña a la Dolorosa en su regreso del Calvario, ya entrada la madrugada.
Además de las celebraciones religiosas y las procesiones, se celebran un montón de actos culturales para la difusión de la Semana Santa de Viveiro como un distintivo turístico. Para ello se programan conciertos, charlas, exposiciones y otras actividades.
Mucho que ver
En el tiempo libre que dejan las procesiones y los actos religiosos hay que hacer un recorrido por Viveiro, cuyo centro es conjunto Histórico Nacional, y sus alrededores. Se puede empezar, por ejemplo, por la Puerta de Carlos V, el monumento más representativo de la ciudad, de estilo plateresco español, y que constituía, el principal acceso al interior de la ciudad por la parte del mar. Cerca está la Iglesia Parroquial de Santa María del Campo, empezada a construir en el siglo XII y uno de los más claros exponentes de las iglesias urbanas gallegas de estilo románico. Destaca su ábside y el hermoso rosetón de la fachada, así como su magnífica cruz procesional de plata (siglo XVI) considerada una de las más bellas y trabajadas de Galicia.
Otros lugares de interés son el Monasterio de la Concepción, un convento de trazas renacentistas construido en el siglo XVII y regido por religiosas concepcionistas de clausura. Junto con la Iglesia de Santa María forman un hermosos conjunto arquitectónico: dos épocas en perfecta armonía sobre el pavimento de piedra. Adosada al convento está la Calexa das Monxas, pintoresca callejuela de aire gótico que va desde la iglesia de Santa María hasta la Porta da Valado, la más antigua de la desaparecida muralla, aunque no se sabe a ciencia cierta la época de su construcción que rivaliza con la Porta da Vila o del Santo Cristo del Amparo, del siglo XIII y es la principal entrada a la ciudad por la antigua calzada romana. En una hornacina interior guarda las imágenes del Santo Cristo del Amparo, San Juan y la Virgen María, en un hermoso retablo de madera tallada, donde se indica que es del año 1255.
Otro lugar de paso inevitable en Viveiro es el Puente de la Misericordia, construido sobre el primitivo puente erigido durante la dominación romana que dio nombre a la ciudad: Concejo de la Puente de Vivarium. La construcción del actual Puente de la Misericordia comenzó bajo el reinado de Enrique IV (1454-1474) y se concluyó en 1544. Posteriormente, sufrió varias transformaciones en los siglos XVIII, XIX y XX para adaptarlo a las nuevas necesidades. Conserva nueve de sus doce arcos primitivos.
Y todavía hay que encontrar tiempo para visitar otros lugares emblemáticos de Viveiro, como la Capilla del Ecce-Homo, el Monasterio de Valdeflores, el Pazo de Grallal, el Monumento a los Naúfragos, la Igrexa Parroquial de San Pedro de Viveiro y la Iglesia y Convento de San Francisco que también está declarado Conjunto Histórico-Artístico Nacional.
Y si tantas visitas despiertan el apetito, en Viveiro no faltarán tentaciones. De su inmejorable situación geográfica, combinando mar, campo y río, su mesa cuenta con gran cantidad y variedad de productos de excelente calidad, como todo tipo de mariscos, pescados de río y de mar y carnes. Además de los platos típicos de la gastronomía gallega (caldo, sopas de marisco y pescado, pulpo, callos, empanadas, caldeiradas y parrilladas de carnes o pescado) en la cocina vivariense cabe destacar las navajas al lambe-lambe y con arroz, la merluza del pincho a la gallega, bacalao con verdura, arenques con castañas, parrochas en tarteira y, sobre todo, bonito en rollo. También los pastelones de pollo y de carne, torresmos con cachelos y carne en rollo. Y para terminar tarta de Viveiro (con almendra y cabello de ángel), chulas y almendrados. Todo ello bien regado con vinos de la zona y licor de guindas o cerezas.