Como cada año, las cofradías se preparan para sacar al santo por las calles de cualquier Ciudad maltratada por la crisis.
Los creyentes se recogen en la oración y acompañan el dolor del Cristo al compás de los tambores.
Y en cada golpe de tambor un deseo; que el Señor despierte de su sueño, que mire a sus hijos sin esperanza y que generosos aguardan a que este momento pase…
Que abogue por la justicia del alma ya que la de los hombres hace tiempo que les abandonó, viendo como los ricos defraudan y roban, como los pobres, los únicos decentes en este mundo de injusticia, padecen hambre y ven como sus hijos se alejan en busca de conquistar un futuro robado en su País.
Y convencidos por el reiterado discurso de los hombres de poder, las expectativas han rebajado su exigencia y ya no piden un contrato indefinido, sino un simple contrato, pero contrato, pues son sabedores de que si se les ofrece hacer una “chapuza” y están cobrando la limosna condicional del Estado de 426 euros y les pillan… se quedarán sin nada, mientras, los empresarios se llevan el dinero a cualquier paraíso fiscal, la Corona nos deja al descubierto el robo manifiesto de uno de sus miembros y los políticos…Ayyy, esos políticos que con sus mandatos en su día mandaron al Cristo a la cruz, hoy a nosotros nos engañan y poco a poco nos indican el sendero a la destrucción de una clase trabajadora que quizás se acercó demasiado a los cargos de poder y por eso hoy recibimos el castigo.
Un aroma a claveles y rosas blancas inundan las calles encubriendo así ese otro olor a podredumbre y marginación que en cada esquina de cada ciudad arropa a los que hoy la calle es su hogar por haber sido despojados de él por aquel que con traje y corbata desfila entre los primeros detrás de la Señora, señora a la que cientos de mujeres abogan para que cuide de sus hijos y nos les falte que comer, para que proteja a los que hoy duermen lejos de ellas separados por un Océano y para que las de fuerzas a ellas mismas, para que la desesperanza no se albergue en su cuerpo de manera indefinida y les lleve a lanzarse al vacío por no tener ganas de vivir.
Hombres y mujeres que al cruzar el umbral de los 50 ya se sientes ancianos por no sentirse útiles para pagarse la vida y tener que sobrevivir de la caridad.
Y en el otro lado de la Ciudad, lejos de los cánticos fúnebres, se oyen las voces que claman justicia, que reivindican sus derechos, cambiando los tambores por pitos y palmas, voces rotas de tanto gritar ¡Justicia! Lo gritan para que todos lo oigan, son los que con su juventud han visto truncado su futuro y no están dispuestos a ello, son los que saben como cambiar las cosas para que todos tengamos un futuro más o menos cercano, son los que critican, condenan y desaprueban aquellas medidas de pobreza para los ciudadanos a costa de mantener a los ricos más ricos. Abogan por la igualdad, arropan a los más desprotegidos y exigen los derechos por los que durante años hemos luchado.
Semana Santa para la reflexión, oración y suplicas a un Dios que parece estar dormido.