Vestuario de misa, confesión y comunión diaria (más frecuente para los días festivos), dentro de la más conservadora tradición católica e ibérica. Es utilizado profusamente en procesiones, bodas, bautizos, entierros, mesas petitorias y eventos religiosos similares. También puede verse en actos paganos como corridas de toros o espectáculos tradicionales de música flamenca y copla.
La peineta recoge el pelo de una manera muy tradicional, típica del siglo XVIII. La mantilla constituye un complemento habitual de la peineta sobre la que se coloca, estilizando la figura de la mujer. También es elemento constitutivo de algunos trajes regionales como el valenciano de fallera o el andaluz de flamenca, que utilizan colores más vivos y festivos.
El maquillaje, alejado de excesos y en tonos pastel, cubre defectos y realza sutilmente el rostro enfatizando expresiones compungidas y severas. Las uñas evitan ser excesivamente largas y utilizan laca transparente. El pelo -peinado y arreglado para adaptarle a la peineta- en colores negro, castaño o rubio discreto, evitando mechas o colores antinaturales.
La riqueza y variedad de complementos: pulseras, pendientes, collares e incluso bolsos de marca y calidad, hablan bien de su posición social y marcan distancias con otras personas también vestidas de negro, pero con menos recursos, sin la gracia, donosoura y estilismo de la clase alta adinerada, fervientemente católica.
Medallas y escapularios pueden completar el conjunto y reafirmar la militancia y viva fe del usuario en tales menesteres.
El color negro potencia la seriedad, el luto y la tristeza del usuario por sus pecados y los nuestros, al tiempo que es solidario con el sufrimiento de Cristo Redentor. A veces la transparencia de gasas en brazos, escote e incluso piernas, resta seriedad pero añade un toque sexy, pícaro, juvenil y desenfadado.