Semana Santa "Perdida" por los vinos naturales

Por Rumbovino @rumbovino
Este fin de semana retomé vinos olvidados, no por mi memoria, sino por mi constante deseo de probar etiquetas diferentes cada vez que abro un vino. La producción de vinos nuevos es tan grande que, de seguir así, cualquier persona podría disfrutar durante toda su vida un vino diferente cada día sin repetir ni una sola vez ninguna botella... Constantemente salen al mercado cosas novedosas, arriesgadas, conservadoras, clásicas, modernas, baratas, caras, carísimas, tintas, blancas, rosadas, claretes, tranquilas, con burbujas, naturales, ecológicas, pseudo-ecológicas, etc. Con esta incesante innovación que atraviesa el mundo del vino, terminas dejando de lado aquellos que alguna vez te enamoraron y no has vuelto a ellos no sabes muy bien porqué. 

Así que, un poco por redimirme y otro poco por gusto propio, este fin de Semana Santa retomé un par de cosas nuevas de mi amigo Nacho González“el loco de Larouco” que, en la región de Valdeorras, allá por el 2012, empezó un pequeño proyecto recuperando viñas que se consideraban PERDIDAS, por descuido y maltrato, y actualmente es uno de los mejores productores de vinos naturales de España.
Y digo que es de los mejores “quitándome la camiseta” de seguidor empedernido de sus vinos, sino desde mi más puro convencimiento de consumidor de vinos naturales. He probado muchos durante estos años en que los "vinos desnudos", surgidos de la viticultura respetuosa y la mínima -o nula- intervención en bodega, se han abierto un hueco importante en la oferta vinícola. Y lo cierto es que, aunque los hubo ricos y bebibles, otros tantos no han sabido estar a la altura (al menos en lo que yo espero de estos vinos. Solo que se puedan disfrutar). En este contexto los vinos de La Perdida siempre me han gustado y sorprendido a partes iguales. 

Yendo a las novedades: 
En el año 2018 salió la primera añada de MEU de sangue de vida. Un tinto surgido de una nueva viña de 0,4 hectáreas con marcada inclinación, en O Ruxe, municipio de O Barco de Valdeorras. Esta parcela está situada en medio de un bosque de castaños y alcornoques y se caracteriza por tener suelos calizos (muy poco común en Galicia, exclusivo de esta zona norteña y fronteriza de la denominación de origen de Valdeorras). En la viña predomina la uva Alicante Bouschet (Garnacha Tintorera) y en menor medida Mencía y Mouratón (Juan García). En cuanto a las cepas blancas el Godello, la Dona Branca y el Palomino representan proporcionalmente un 30% del total. 
Tras la vendimia, las uvas se fermentan todas juntas en una tinaja de barro de 400 litros. durante 5 meses, para pasar posteriormente a una barrica roble usado de 300 litros donde termina de afinarse. En todo el proceso el vino no se interviene en absoluto, ni se filtra ni clarifica, ni agrega sulfuroso. 
Lo había probado hace un año atrás, cuando aún estaba en la barrica y me pareció soberbio, por pulir, pero ya estaba exquisito. Así que este viernes por la noche descorché la botella que tenía guardada.
Antes de beber: Consejos sobre MEU 2018. 
- Recomiendo decantar, o abrir al menos 1 hora antes (parecen vinos diferentes de principio a fin, gana constantemente). 
- No es un tinto para todo el mundo. Los amantes de clásicos golosos, maduros, con roble marcado y súper-redondos abstenerse. 
- Si son bebedores de mente abierta y buscadores de vinos arriesgados, no deben dejar de probarlo. Lo ideal es, antes, conocer perfectamente cómo se elabora y de dónde proviene. Sin eso, los vinos de nacho pierden gran parte de su esencia y sentido. 
- Aún está joven, pueden guardarlo un tiempo (meses o un par de años sin problema) si son capaces de resistir sus ganas, o tienen más de una botella. 
Cata simple, para que entendamos todos: Capa media, color rojo picota brillante, limpio y muy glicérico. Nariz intensa de barniz, mineral, grafito, balsámico, tinta china, hierbas y fruta fresca. Boca potente, taninos pulidos, directo, vertical, seco. Sabe a lo que huele con un claro predominio de las notas minerales, terrosas.... lo demás por detrás, bien llevados. ¡Para mí, glorioso! 
He leído por ahí que es un “vino de sed”. Lo definen de esa manera porque se supone que ese tipo de vinos es para beber por litros y eso hace que se venda más (lo que es bueno), pero también invita a no pensar demasiado en él, y en eso no estoy de acuerdo.
Yo no lo definiría como un vino atrevido pero serio, complejo, con muchas facetas y que hay que saber disfrutar cada trago porque habla directamente de la viña que lo parió. 
Su precio al público depende dónde lo compres, ronda los 20€. Vale cada céntimo invertido. 


Al día siguiente destapé la nueva añada, recién salida del horno, de A Chaira 2019. Este blanco, medio anaranjado, nace en la pequeña viña de suelo granítico que lleva su nombre, en Seadur, donde la Dona Branca (uva blanca casi despreciada y normalmente mezclada con otras por su supuesto escaso valor vinícola) es dueña y señora en más de un 90% del total de cepas plantadas.
Tras la vendimia, se macera unos días con pieles y fermenta con levaduras autóctonas (esto, hablando de los vinos de la perdida, es una obviedad) y se fermenta en tinajas de barro de 400 litros (otra obviedad), para luego terminar de hacerse solo en depósitos de acero inoxidable. Otra obviedad es decir que ni se filtra, ni se le agrega nada de nada, mucho menos sulfuroso. 
Antes de beber: Consejos sobre A Chaira 2019 
- Cuidado, no es un vino blanco al uso. Para nada. 
-  A los amantes de blancos impolutos, limpios y con sabores tropicales inventados, les recomiendo abstenerse
- A los bebedores de blancos impolutos, limpios y con sabores cítricos inventados, les recomiendo abstenerse. 
- A los bebedores de blancos impolutos, limpios y con sabores cítricos y tropicales naturales, también les recomiendo abstenerse. 
- Los que quieras probas blancos arriesgados y diferentes, pueden darse el gusto!!
Cata para bebedores “simples” como yo: Color dorado-bronce limpio, brillante y muy glicérico. Nariz intensa con notas de hollejos, cáscara de naranja, herbáceos, flores. En boca es untuoso, con cuerpo y volumen, fresco y equilibrado (leen bien, equilibrado). “Sabe a uva blanca fermentada con sus hollejos, es decir, sabe a vino”. Un blanco naranja que se bebe y disfruta desde el minuto cero y es capaz de acompañar un pescado o un asado a la parrilla sin despeinarse. Un blancazo grande como una casa. 
¡Cuidado! Se puede beber por litros, porque es más “fácil” que su colega Meu. Pero no hay que engañarse con la palabra fácil, es un vino que nace en un viñedo sano y vital que se traduce en un caldo capaz de transmitir esa vitalidad a quien lo disfruta. Cada trago es un trago de viña y de terruño. 
Su precio, igual que antes, sobre los 20€. Insisto en que vale cada céntimo invertido. 
Cada vez que escribo un post sobre los vinos de La Perdida intento aislarme de ese entusiasmo que siento por todo lo que elabora, para no contaminar lo que escribo (conozco el proyecto casi desde su comienzo, el primer vino que probé fue su Godello naranja 2013). Por eso termino diciendo, y lo remarco, que no son vinos para bebedores tradicionales
Puede que, a mucho de ustedes, que de una forma u otra lleguen a leer esta nota, prueben alguno de estos y me odien luego. No digo que no. Digo que quien lo beba debe saber qué vinos está bebiendo, conocer la filosofía de La Perdida (100% natural en todo sentido) y leer la etiqueta que referencia la viña que lo gesta y la vinificación que la interpreta. Sin esos datos fundamentales, no tienen nada y lo beberán como a cualquiera de las otras miles de etiquetas que llenan las estanterías de los supermercados o vinotecas del mundo. Y estos, son únicos e irrepetibles. 
Recuerda #QuédateEnCasa 

Rumbovino

Casi 10 años comunicando el vino. EN favor del consumo moderado y responsable