En su último día, la Seminci siguió ofreciéndonos almas en pena que vagan por el mundo entre la violencia física y la emocional, entre la pobreza material y la espiritual (llamada ordinariamente “soledad”). Así eran los personajes de “Vidas pequeñas”, película de Enrique Gabriel –con muchos problemas de producción– que nos introducía en el microcosmos de un camping a las afueras de Madrid para decirnos que cada caravana es todo un mundo y cada persona una gran vida aunque parezca pequeña. Todos son perdedores que luchan por sobrevivir, entre la miseria y la soledad, entre la inseguridad y la falta de ilusiones… y siempre con la muerte acechando. Son gente sencilla, unos sin muchas pretensiones y otros con el orgullo que les empuja a guardar las apariencias… Una historia de arquetipos de lo castizo, donde alguno cae en el artificio –ese payaso estrafalario que va con un retrete y hace poesía…– o suena a cliché, para una historia coral de poca fuerza y escasa emoción, que convierten a esta película coral en una propuesta discreta… algo venida a menos, como el pobre ruso a quien nadie escucha.
Con la incertidumbre de no llegar a ver la taiwanesa “Retrato número cuatro”, por no llegar la copia debido a problemas de una huelga de controladores aéreos en Francia, finalmente pudo proyectarse esta película de Chun-Mong Hong. Xiang es un niño que, al morir su padre, tiene que volver con una madre que le había abandonado y con un padrastro que no le quiere… en lo que será un viaje de maduración. Sutilidad para reflejar la inocencia de la criatura y contención al mirar a un pasado familiar de malos tratos, secretos ocultos y un siniestro ambiente de prostitución y rencor, junto a un sentimiento de culpa que imposibilita las buenas relaciones entre ellos. Una fotografía que sabe crear ambientes irrespirables y una historia de silencios, con una trama secundaria en torno a un amigo landronzuelo de poca monta que se cierra de manera magistral. Una muestra bastante digna del cine asiático que está por venir de la mano de su director.
La Seminci se clausuraba –oficialmente será el sábado– con “El último bailarín de Mao” del australiano Bruce Beresford. Una historia de superación y constancia de un niño que sale de su ambiente rural en la China de Mao, para aprender ballet en Pekín y luego continuar en Estados Unidos. Preciosa coreografía en las escenas de baile y una emocionante historia personal, en que la danza adquiere un sentido revolucionario o es expresión de libertad. Una cinta muy apropiada para bajar el telón y dejar buen sabor de boca –y más de una lágrima–, donde la China comunista vuelve a hacer equilibrios diplomáticos para mantener una disciplina que no contempla los sentimientos y otros lazos que no sean unen al individuo al Estado.
Por último, el homenaje a Claude Chabrol con la entrega de la Espiga de Honor a título póstumo, poco antes de proyectar su última película “Bellamy” –inédita en España– y que contenía todos los elementos del “universo Chabrol”, título asu vez del ciclo que se le dedicó. Una vez más, tenemos uno o varios suicidios/asesinatos, uno o varios amantes, una realidad y varias apariencias…. y un inspector de policía que debe desenredar toda una historia hiper-construida en la que Chabrol juega a la intriga con varias cartas en la manga, para terminar diciéndonos que las apariencias…, que todos somos un poco “asesinos” porque la moral es “gris”…, que la vida es una caja de sorpresas y muchas veces llega con bombones envenenados… La trayectoria de Chabrol es incuestionable: muchos han hablado de coherencia en su filmografía, mientras otros han incidido en que casi siempre ha hecho la misma película.
Ya solo nos queda hacer nuestra quiniela o previsión de algunos de los principales premios del Palmarés, que se conocerá mañana y que podréis ver en el web de la Seminci. No parece que vaya a haber muchas sorpresas, con una calidad media notable y superior a la de años anteriores. Para la Espiga, tenemos dos candidatas principales, la alemana “La extraña” y la canadiense “Incendies”, tragedias que merecerían por igual el galardón como también la iraní “Copia certificada” (”Cyrus” se queda un escalón por debajo). Probablemente se la lleve “Incendies” y se reserve el Premio Pilar Miró a mejor director novel para “La extraña”, mientras que la iraní –la mejor desde parámetros cinéfilos y de lenguaje– acabe llevándose el premio para la mejor actriz en Juliette Binoche (como en Cannes). De todas formas, Binoche tiene serias competidoras en Sibel Kekilli (“La extraña”), en Zinka Cvitesic (“En el camino”) y en menor medida en Agnieszka Grochowska (“Más allá de las estepas”), quizá en el premio más competido. Como interpretación masculina, Jesper Christensen (“Una familia”) es mi favorito, aunque John C. Reilly (“Cyrus”) y Leon Lucev (En el camino”) no están nada mal. El mejor guión –que desde este año lleva en nombre Miguel Delibes– se lo daría a “Incendies” por lograr adaptar magistralmente una obra de teatro sin que queden restos de ella, aunque el de “La extraña” es también admirable. Mañana saldremos de dudas.
En las imágenes: Fotogramas de “Vidas pequeñas” – Copyright © 2010. Alquimia Cinema. Todos los derechos reservados. De “Retrato número cuatro” – Copyright © 2010 Good Films Workshop. Todos los derechos reservados. De “El último bailarín de Mao” – Copyright © 2010 Distribuida en España por “A contracorriente Films”. Todos los derechos reservados. De “Bellamy” – Copyright © 2010 Alicéléo y France 2 Cinéma. Todos los derechos reservados.
Publicado el 30 Octubre, 2010 | Categoría: Año 2010, Opinión, Seminci
Etiquetas:Bellamy, Bruce Beresford, Chun-Mong Hong, Claude Chabrol, El último bailarín de Mao, Enrique Gabriel, Retrato número cuatro, Vidas pequeñas