Sencillamente… Jimena

Publicado el 07 julio 2018 por Carlosgu82

Está es una de esas historias que son catalogadas de cualquier forma menos de ser aburrida, su protagonista Jimena se encargó de que fuera de esta manera, desde el mismo día en que nació hasta el día en que se murió.

Ella nunca fue de un país ni de un lugar fijo, no tenía un estilo de vida determinado, hablaba varios idiomas y estudio más de una sola carrera universitaria, pero aún con todo esto no se sentía satisfecha consigo misma, tenía las ansias de más, más conocimientos, más proyectos en su vida, siempre quería mas, más de todo lo que pudiera poseer a toda costa, más cosas nuevas que la satisfaciera.

La triste realidad de su vida es que para ella no era suficiente nunca nada, sencillamente era de ella misma, como siempre lo dijo y lo afirmó.

Puedo contar su historia completa, pero me faltarían palabras y cientos de páginas para poder detallar cada una de las facetas que abrió y cerró a lo largo de toda su existencia.

Se caracterizaba por ser una persona muy egoísta con todos. Nunca amó a nadie, siempre fue detrás de lo único que amaba realmente. A esta bella antesala debo agregarle que era emocionalmente inestable, durante su juventud se vio involucrada en varios noviazgos fugases, los cuales nunca llegaban a concretarse, ya que tenía prohibido enamorarse, le aburría y le cansaba la rutina de salir mucho tiempo con la misma persona, ya que de esta forma no podía obtener nuevas experiencias, sentía que perdía su tiempo estando con una sola persona.

De tan solo veinte años se gradúa de dos carreras simultáneamente, ambas con excelentes notas, siendo la primera de sus promociones. Al finalizar con sus estudios decide que era el momento de probar nuevos rumbos, pensó que sería interesante la idea de emprender un viaje con un estilo distinto pero especial.

Se le ocurrió la original idea de vender sus besos y caricias al mejor postor para poder conseguir el dinero que necesitaba para su viaje, sus padres no tenían los recursos necesarios para poder costeárselo y ella no se detendría por esta razón, siempre afirmo que las limitaciones no están en lo físico del ser humano sino que radican en las mentes de las personas.

Entre todas las facetas que abrió y cerró a lo largo de su vida está tenía un significado muy especial para ella, por ser una de las más intensas y atrayentes.

El poder escuchar historias ajenas a la de ella, enriquecerse personalmente de las experiencias que no son de ella, analizar los fracasos de vida de cada una de esas personas e indagar más profundamente en todo aquello que puede existir detrás de las conductas humanas le excitaba mucho, tenía sencillamente un valor incalculable para ella.

No se limitaba personalmente a complacer sexualmente a los hombres, sino también complacía a las mujeres, ella siempre tenía el pensamiento de que en la diversidad esta el gusto, ella era según el momento, su momento, el que ella dictaba, que ella dirigía, que ella construía y que ella destruía.

De esta forma podría darles un camino a cada una de las palabras, palabras llenas de vivencias que eran sacadas de cada uno de esos encuentros, momentos que al final eran plasmados en un diario, su diario, el cual se encargó de escribir con tal dedicación y énfasis en cada una de las descripciones para que no se le escapara ningún detalle y de esta manera cada vez que leyera esas letras no olvidara lo que fue este ciclo para ella, y todos los conocimientos adquiridos a lo largo de ese tiempo.

Al cabo de unos seis años consigue hacerse del capital necesario para arrancar con su viaje, y de un poco más claro, ya que el negocio de la venta de besos y caricias desde tiempos inmemorables es muy lucrativo.

Uno de los relatos que formaba parte de su diario que más me impacto ya sea por su sinceridad, sangre fría o por la crudeza de sus palabras fue este, decía así:

“Me sentaba siempre a un lado de la barra del bar, tomando una copa de vino blanco a escuchar las miserias de aquellos decadentes hombres que me contaban sus tragedias, mientras ellos mismos se ahogaban en sus propias lamentaciones.

Oía atentamente para lograr captar cada una de esas palabras, palabras que apenas podían ser moduladas por esas bocas, eran como mariposas intoxicadas, las que volaban dispersas sin dirección, errantes, saliendo de esas cabezas envenenadas por el alcohol, mientras tomaban un trago detrás de otro, más reunían el valor para acercarse a mí, pensando en las esposas, o quizás quien sabe, en el gusto que se darían; para después pensar, si es que pensaban, en la forma en que se lamentarían; hasta que el momento de hablarme les llegaba, claro, después de haber reunido el valor necesario, era en una tónica extraña, más bien estúpida, como si yo fuera un espécimen femenino compuesto por dos cuartos de psiquiatra y un terció de mujer, siempre buscan ese algo que en casa no tienen o que no tendrán y creen que aquí lo encontrarán, hombres…

Buscan arroz con pollo teniendo en casa pollo con arroz…,

Pobres idiotas…

Son tan elementales, absurdos, básicos y predecibles que de tan solo verlos ya podía adivinar sus deseos; en ese preciso instante ya yo sabía que era lo que ellos querían, sin necesidad de que me lo dijeran, yo escogía con quien me quedaría…

En una oportunidad estando en la barra del bar me encontraba conversando con un hombre de unos cuarenta años, por un momento me sentí halagada, era todo un caballero, sumamente educado, su camisa estaba bordada en el bolsillo derecho y llevaba puestas unas yuntas doradas y rojas, parecía salido del manual de Carreño personificado en carne y hueso, me dije: “Dios mío que tipo…”

Inmediatamente fui cautivada por su mirada, su elegancia, porte y su perfume me atrapó.

Nos abrazamos durante horas, nos besamos sin parar, podía sentir el latido de su corazón dentro de mí boca, su respiración entrecortada y profunda formaba parte de la mía, sentía su sangre hirviendo dentro de mí, no sé ni cuándo ni cómo pasé la barrera que no podía ni debía pasar, pero sus besos me encantaron, sabían a miel, estuvimos toda la noche así.

Pero lamentablemente no pasó nada, no hicimos el amor, no tuvimos sexo, solo nos besamos y cuando se fue lo único que pude decir fueron estas palabras… dichosa sea su esposa…

…como la envidio…, pero me pregunto algo…

¿Por qué entra él a un lugar como este?,

¿Qué le falta en su vida que no tiene?…

Nunca lo supe, lastimosamente no lo volví a ver más… durante meses solo me sentaba en la barra del bar esperándolo a ver si venia, mi mente lo esperaba, mi cuerpo lo deseaba, mi subconsciente lo extrañaba, y mi memoria lo olvidaba… solo su olor recordaba”

Definitivamente ella era una mujer impactante, me asombraba leer cada una de sus palabras, una y otra vez, nunca me cansare de hacerlo.

Poco después comenzó con su tan esmerado viaje, planteándose una ruta interesante partiendo desde Turquía, ella siempre desde pequeña soñaba con estar en ese país, sobre todo en Estambul, o como la llamaba, Constantinopla, nada más y nada menos que la capital donde se juntan tres Imperios: el Romano, el Bizantino y el Otomano, ella decía que eran sus tres reinos y que es una ciudad sencillamente espectacular, repleta de cultura, industria y turismo, así como también está llena de innumerables riquezas.

De Estambul emprendió su viaje directo a Jordania, exactamente a las ruinas de la antigua ciudad de Petra, era maravilloso para ella apreciar en primera persona esas imponentes ruinas, construidas por un grupo de seres humanos con un grado de espiritualidad tan elevado que con tan solo la motivación de honrar a su Dios Dushara, decidieron que la mejor forma era representarlo mediante figuras geométricas redondas y cuadradas en la piedra caliza, esculpidas con sus propias manos, dejando ahí sus vidas si fuera preciso. Sus análisis eran tan simples y profundos que a menudo iba más lejos de la mente humana.

Siempre dijo que el fin de estas personas no era construirle únicamente tumbas, es increíble, era el amor a su Dios, el cual era tan grande que idearon incluso una especie de camino de purificación, que son los riscos por donde entra la luz, para que las personas que fueran a visitar sus tumbas llegaran limpias a su presencia. Siendo una especie de camino al cielo, donde su Dios los recibiría purificados.

Desde Jordania arrancó vía Australia, con una parada estratégica en una de las playas más famosas de Sídney, llamada Bondi Beach, muy frecuentada por surfistas de todas nacionalidades debido a sus corrientes cruzadas.

Estuvo trabajando en esta playa por más de dos años, en uno de los lugares de comida, lo cual le permitió conocer a muchas personas pudiendo intercambiar experiencias de todo tipo con las personas que frecuentaban el lugar.

De Sídney resuelve irse a Melbourne, aquí fue donde encontró el repentino amor de un australiano con ojos verdes, siendo esto sumamente extraño en ella, en esta oportunidad mantuvo esta relación por alrededor de seis años, trabajando en lo que podía y encontraba, como en restaurantes, labores de limpieza, lo que fuera con tal de poder ganar algo de dinero y optar a la residencia legal, hasta que al final consiguió un trabajo estable como recepcionista de un pequeño hotel de la ciudad, lo que le permitió posteriormente obtener la residencia sin problema y así poder estudiar otra carrera, en la facultad de tierras y estudios ambientales de la Universidad de Melbourne, al poco tiempo de terminar sus estudios, decide nuevamente que ya era la hora de reanudar su viaje al siguiente destino, dejando un amor en esa ciudad, ella no se limitaba por nada ni por nadie, y no quería ningún tipo de atadura.

De Australia voló directo a Camboya, dos destinos completamente dispares y diferentes a la vez, eso era lo que le gustava siempre, lugares de contrastes variados tanto en lo cultural como en los paisajes, directamente a la ciudad de los templos de Angkor Watts, templos que según ella emergían de la nada en una selva verde llena de humedad, como si la tierra se abriera en dos partes para de esa grieta salieran estos bellos lugares esculpidos por las manos de Dios con precisión escalofriante y tenebrosamente real, donde los árboles increíblemente no nacen de la tierra, nacen de las piedras, estas estatuas son de rasgos tan prefectos que pareciera que miran sin tener ojos, intimidando todos los sentidos.

Esta parada duro alrededor de otros cinco años, donde trabajó como guía turística, a la vez estudiaba por su cuenta la filosofía de vida de los monjes budistas que siguen viviendo en esos templos, la cual trata en pocas palabras, según ella la búsqueda de la posible solución espiritual para el sufrimiento humano o algo así. Le pareció un país sumamente atractivo y fascinante, decía que las personas que habitan en Camboya se encuentran actualmente en el camino a la modernidad, haciéndolo mucho más interesante, ya que durante la guerra de Vietnam pasaron un periodo muy duro, y ahora es cuando se encuentran en una fase de resurgimiento, acoplando sus tradiciones con la forma de vida occidental.

De Camboya posteriormente tomó la decisión de radicarse en Madrid, España donde le hicieron la propuesta de enseñar idiomas en la Universidad Complutense de Madrid; la cual acepto, y posteriormente fue nombrada decana de esa facultad.

Con el pasar de los años se había convertido en una persona con conocimiento en varios idiomas, y por lo menos en cuatro lenguas muertas sabia latín, griego antiguo, Ibero o Ibérico y Celtibero.

Estuvo viviendo en España por unos doce años aproximadamente, decidiendo más tarde realizar un máster en Evolución y Biodiversidad Humana, que era lo que le gustaba. Al finalizar dicho máster fue cuando repentinamente se planteó la posibilidad regresar a Venezuela, muchos, pero muchos años después de aquel momento en el cual emprendió su viaje.

Quería saber de su familia, ya que tenía muchos años que no se comunicaba con ellos, no era constante, ni se establecía en un lugar fijo, y al final terminó desentendiéndose por completo de ellos.

Al llegar se enteró que su madre había muerto de cáncer y a los trece años muere su padre de mayor, la familia no tuvo como localizarla para darle la noticia.

Fue en este preciso momento donde comprendió lo que realmente había perdido, lo valioso de las cosas, no solo perdió a su familia, también perdió a una hija y un esposo que la amaba, a los cuales abandono en Melbourne, Australia; todo por sus ansias y su deseo de más, todo por no tener ataduras con nadie, todo por las ganas de poseer más, y todo por su deseo incontrolable de más.

Todos estos sentimientos la atacaron de golpe y lógicamente no sabía cómo manejarlos, se creía autosuficiente, pero no, no lo era, ella comenzó a unir las piezas esparcidas a lo largo de su vida, para tratar de armar lo que ya no se podía armar.

Tomó la iniciativa de ir a un psicólogo que la ayudara a sobrellevar toda su realidad y en especial la situación con su hija, cuando a los pocos meses decidió volver a Australia, logró contactarse con su esposo, el cual ya estaba unido a otra mujer, ella los abandonó a ambos y él pudo obtener su libertad inmediatamente para rehacer nuevamente su vida.

Su hija se negó a verla desde un primer momento, un par de meses después dejo de insistir, pensó que seria mejor dejarla tranquila y que le buscara cuando ella asi lo sintiera, ya que la abandonó siendo muy pequeña y tiene el odio en el corazón y la rabia en las venas.

De regreso nuevamente en Venezuela, Jimena vuelve con su doctor reanudando nuevamente sus terapias, un día en la sala de espera estaba leyendo una revista muy tranquila sentada, ya que tenía a tres pacientes más por delante, cuando de repente entrando una persona al consultorio olió aquel perfume que tanto le impacto ya hace muchos años, el cual no olía desde aquel momento en que vendía sus besos y caricias.

Olvidó su cara, olvidó su voz, olvidó sus besos pero no pudo olvidar su olor. Era aquel hombre que estuvo con ella en la barra del bar, se puso pálida, casi se desmaya al verlo, ya que no era capaz de recordar ni su cara ni sus ojos.

Era el mismo hombre educado que ella conoció, con su nombre bordado en el bolsillo de la camisa, las yuntas doradas y rojas, él en un principio no se percató de quien era ella, pero ella tenía un tic nervioso característico en la cara, y así fue como pudo reconocerla.

Ninguno de los dos pronunció palabra uno con el otro, se quedaron callados, se miraron y eso fue todo. El viento y el tiempo se llevó ese momento para dárselo al olvido.

Volvió a ver muchos años después aquel hombre que esperó en la barra del bar tantas veces y tantas noches, extrañando sus besos, luchando contra sí misma para no olvidarlo, hasta que la mente irremediablemente se lo borró de sus pensamientos y solo le dejo su olor.

Abrumada por tal encuentro salió del consultorio prácticamente corriendo sin poder hablar, con todo en la cabeza dándole vueltas, hasta que cruzó la calle sin mirar, se la llevó por delante un vehículo matándola en seco. Y así terminó la vida de Jimena.

A su funeral no asistió nadie, solo la urna y varios ramos de rosas rojas que le hacían compañía, se fue de este mundo con la extremaunción de un padre que ocupaba el puesto de turno en la funeraria, dando los mismos rezos para todos los muertos.

Mi madre era especial y única, no quise hablar con ella cuando vino a Australia, ya no podre hablar jamás con ella… me arrepiento de esa decisión que tome pero la vida es así, y no puedo hacer nada más.

Mi nombre es Jimena McPherson.

Sus cosas me llegaron cinco años después de su muerte en una caja, me las envió la única persona que ella quiso y amo, desgraciadamente no era mi padre, fue aquel hombre del burdel, ese hombre que cautivó sus pensamientos, sus deseos y su piel.

Así se fue mi madre de este mundo, tristemente sola con sus memorias, sola con su amor, sola con los pensamientos, esos mismos pensamientos que solo le dejaron un olor.