Sencillo homenaje al que fuera primer alcalde democrático de Chinchilla.

Por Espeangel @luigiaguilar

Ayer tarde, en el polideportivo que desde ese momento ya lleva su nombre, familiares y amigos de Francisco García de la Encarnación, pudimos rendirle un sencillo homenaje a ese gran hombre y no menos grande político que fue alcalde desde 1979 hasta 1987 de Chinchilla.
Fue su hijo el encargado de hacer un brillante ejercicio de oratoria cantando sin exagerar las grandes dotes de su padre. De esas palabras me quedo con los tres ejes que recorrieron su trayectoria como político –transparencia, coherencia y honradez- y que tal y como declaré a la joven Desiré Molina para Radio Chinchilla le hicieron para mí un político como los que ya no quedan en este país.
Descanse en paz y que broten sus recuerdos, ideales e ideología, esa que le llevó a comprometerse primero con el PSP de Tierno Galván, después con el “impresentable de Bono” y finalmente con Izquierda Unida, partido con el que llegó a concurrir simbólicamente en sus listas tras haber sido durante 8 años el alcalde de su querida Chinchilla.
Y quede como homenaje desde este blog, el artículo que el gran poeta afincado ya muchos años en Chinchilla, Arturo Tendero, escribiera en el diario la verdad de Albacete, tras su fallecimiento y que él mismo nos regaló leyéndolo en este acto estival:
García de la Encarnación
Por ARTURO TENDERO, publicado en La verdad, sección EL MUNDANAL RUIDO, un 8 de junio de 2007

Hará un mes que le pregunté a Paco García de la Encarnación que si era verdad una de sus anécdotas con Cela; la de que lo fueron a llamar a su casa porque el autor de La familia de Pascual Duarte se encontraba en el Casino de Chinchilla, y a todo correr, sin despertarse del todo de la siesta, Paco se apresuró a cumplir con su deber como anfitrión y exclamó al entrar por la puerta: «Camiiiilo Aloooonso Veeega». No, eso no ocurrió así, me desengañó Paco. Y, para compensarme, me relató un par de sucesos de los infinitos que tuvo que resolver como primer alcalde de la transición, la verdadera obra de su vida. Era de esas personas capaces de contarte las conversaciones de treinta años atrás con las palabras exactas que usaron los protagonistas. Pero al mismo tiempo su anecdotario aumentaba tan deprisa que ya era una leyenda cuando lo conocí. Todas las tardes, al salir a correr, me lo encontraba en la calle Arenal, con las manos entrelazadas a la altura de los riñones y el aire de estar madurando algún párrafo recién leído. Con su bigote y su andar de arriba para abajo, de la puerta a la puerta del banco y vuelta, recorrido que efectuaba cientos de veces. Antes caminaba bajo los soportales del Casino, en la plaza. Y hay malas lenguas que aseguran que de esa costumbre y de la de mascar chicle y alguna vez recolocarlo en su boca tirando de él le viene el apelativo de Violines, o el de Chicles, con los que le conocían los más viejos del lugar. Me lo cuenta la misma vecina que nos informa de que lo acaban de enterrar: «Le dio un infarto muy fuerte. Ha pasado una semana en la UCI, pero ya le dio otro y »
Sólo mueren del corazón los que lo tienen bien grande. Qué aldabonazo enterarse de la muerte de Paco justo ahora que empezaba a echarlo de menos en su zona de paseo de cada tarde, cuando cruzábamos un hola y un adiós, y a veces nos deteníamos algo más, él en su paseo y yo en mi carrera, para sacarle punta a algún acontecimiento local. Era un gozo escarbar en su memoria detallista y en su voz y su dicción tan parecidas a la de Matías Prats (padre). Dice Quique, su hijo y mi amigo, que ahora estaba disfrutando más que nunca, a sus ochenta años, con el café en El Emporium, el paseo interminable ante su fachada y con la misión de repartir por los domicilios El Chivato, el periódico de Izquierda Unida. Porque Paco, que empezó en el PSP de Tierno Galván con Bono, y que había estado muy cerca del expresidente regional, había terminado distanciándose de él para recalar más a la izquierda.

Precisamente estos dos personajes están unidos por una de las anécdotas más maravillosas oídas en estos parajes. Cuentan que, al introducir a Bono en otro mitin, Paco quiso decir que era un personaje tan popular que no necesitaba presentación y le cedió la palabra exclamando: «De manera que aquí les presento al impresentable de Bono». Nunca encontré el momento de pedirle que me lo confirmara, aunque Bono lo ha referido sin citar al autor. Estoy seguro de que, a medida que alcancen la distancia oportuna, su gestión como alcalde y su anecdotario alojarán a García de la Encarnación en el pabellón de los chinchillanos inmortales. Sin ir más lejos, otra vez, y esto hay testigos que lo confirman, el propio Cela, satisfecho después de una comida campestre, interrogó a Paco: «Y ahora que hemos dado cuenta de estos gazpachos tan ricos, ¿no habrá por ahí alguna viuda o soltera con la que se pueda echar la siesta?»

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